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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Ante ‘la alegría del amor’

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

Hace unos días, el papa Francisco ha puesto en nuestras manos su Exhortación apostólica Amoris Laetitia (=[AL] ‘La alegría del amor’), fruto de la reflexión en los dos recientes Sínodos de los obispos celebrados en Roma sobre la familia. Es un documento extenso, en el que el Papa presenta la belleza del amor, del matrimonio y de la familia en el plan de Dios, que no es sólo un ideal que se pueda admirar, sino una meta realmente alcanzable, aunque en ocasiones pueda resultar ardua. Su objetivo primordial es ayudar a los matrimonios y familias a alcanzar esta meta.

En la presentación de AL en los medios y en los debates hemos oído cosas tan distintas y contrarias que lo más importante en este momento es disponernos para la lectura atenta y el estudio sosegado de toda la Exhortación, para conocer lo que realmente dice el Papa. El mismo Santo Padre nos ofrece alguna orientaciones en los siete primeros números de AL.

Lo primero que hemos conocer es la intención del Papa: él no quiere pronunciarse sobre cuestiones debatidas por teólogos (3); y sí que quiere, por el contrario, librar a los pastores y a los fieles de posiciones extremas inaceptables, como son “un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación” y la pretensión de “resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas” (2). Mal leerá el texto quien busque frases de la exhortación para justificarse o para lanzarlas como armas arrojadizas al contrincante.

El papa Francisco recoge la reflexión de los dos recientes Sínodos, "agregando otras consideraciones que puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral y, a la vez, ofrezcan aliento, estímulo y ayuda a las familias en su entrega y en sus dificultades” (4). Nuestra mirada debe dirigirse a todos, pero, ante todo, a la gran mayoría de los matrimonios y a las familias que se esfuerzan por vivir su vocación en un difícil y complejo contexto social y eclesial.

Después es necesaria la lectura y el estudio de la exhortación por etapas sucesivas, es decir por capítulos, para conocer bien todo el texto. El Papa nos previene de la “tentación universal” de ir directamente a las orientaciones pastorales que iluminen las decisiones que habría que tomar en situaciones muy complejas. Antes de llegar a esos temas (cap. 8) hay que leer y estudiar cada capítulo (n.6). El punto de partida es la hermosa presentación del Evangelio de la familia “a la luz de la Palabra” (cap. 1). A continuación reflexiona el Papa sobre la situación actual de las familias “en orden a mantener los pies en la tierra” (cap. 2), y recuerda algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia con la mirada puesta en Jesús (cap. 3).

Después se detiene en lo que Francisco considera los capítulos centrales del documento: el amor en el matrimonio (cap. 4) y el amor que se vuelve fecundo (cap. 5). Propone a continuación una reflexión sobre la pastoral familiar (antes y después de la celebración del matrimonio) (cap. 6) y la educación de los hijos (cap. 7). Luego se invita "a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone" (6) (cap. 8), y por último ofrece una breves líneas de espiritualidad familiar (cap. 9).

El Papa quiere evitar que la atención se centre exclusivamente en la cuestión de situaciones ‘irregulares’. Por eso se extiende detenidamente en los aspectos teológicos, antropológicos, pastorales que proponen un ideal que resulta atractivo: un amor que realiza la vocación más radical del hombre y de la mujer al don de sí, que resulta posible porque se basa sobre la fidelidad y la gracia de Dios, que sostienen a las familias también en los momentos de dificultad.

Francisco no propone una doctrina nueva, sino que está en continuidad con el magisterio precedente, en especial con ‘Familiaris consortio’ de San Juan Pablo II y ‘Deus caritas est’ de Benedicto XVI. En las cuestiones doctrinales fundamentales o aquellas que están en el centro de los debates de la opinión pública, el Papa manifiesta expresamente la vigencia de la doctrina de la Iglesia y manifiesta su voluntad de no modificar la normativa vigente. La novedad está en el acento que pone en la necesidad del ‘discernimiento’ de las ‘distintas situaciones irregulares’ que han de ser iluminadas con la luz del Evangelio y en la perspectiva de una mayor integración de los fieles, de todos los fieles, en la vida de la Iglesia; como ya dijo San Juan Pablo II no sólo no están excomulgados sino que están llamados a participar en la vida de la Iglesia; se deberá discernir en cada caso y cómo concretar esa participación.

Para la gran mayoría de los fieles, la exhortación ofrece un estímulo para redescubrir la belleza y la alegría del amor familiar que hace presente y se sostiene gracias al amor de Dios. Les ayudará a vivir la vocación familiar y a superar las dificultades con mayor esperanza, fiados en la ayuda misericordiosa Dios.