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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 23:07

Evangelizar orando

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Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

Hoy domingo, 15 de junio, es la Fiesta de la Santísima Trinidad, y, como cada año, celebramos en este día la Jornada ‘Pro orantibus’,  “por los que oran”.Es una Jornada dedicada a orar y a dar gracias a Dios por las personas consagradas contemplativas; y también es un día para dar a conocer entre nosotros esta vocación y forma de vida contemplativa tan necesaria y hermosa en la Iglesia y para orar por el don de nuevas vocaciones a la vida contemplativa.

Nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón cuenta con once monasterios de monjas de vida contemplativa. Para muchos, sin embargo, incluidos católicos practicantes, los monasterios y las monjas de vida contemplativa son desconocidos y, en consecuencia, poco valorados. En nuestra Iglesia diocesana, en general, es escasa también la preocupación por nuevas vocaciones. Llevados por el activismo y por la utilidad,  hay quien piensa que no tiene sentido que personas –y más aún si son jóvenes- se retiren del mundo, para dedicarse de por vida a la oración y a la  contemplación, cuando hay –dicen- tantas necesidades en el mundo y en la Iglesia. Se expresa así un escaso aprecio por el don de toda vocación y por el valor de la oración a Dios en la vida y misión de la Iglesia; se olvida que la mayor pobreza que padece nuestro mundo es la falta del sentido de Dios.

El lema de este año para esta Jornada, "evangelizamos orando", conecta la vida contemplativa y la oración con la tarea propia y primordial de la Iglesia, que es la Evangelización, y nos centra en lo que es esencial de la vida contemplativa, que es la oración. Los monjes y monjas contemplativos evangelizan ya con lo que “son”. Con su sola presencia y viviendo fielmente su propio carisma, los monasterios de vida contemplativa son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios, la mayor riqueza del ser humano; ellos nos hacen presente y nos remiten a Aquel que siempre nos acompaña, y, a su vez, acompañan con amor a Quien se ha hecho nuestra mejor compañía: Jesucristo, el Hijo de Dios, muerto y resucitado para la vida del mundo.  Su propia vocación y consagración son de manera especial testimonio de fe y así instrumento de evangelización.

Lo más esencial de los contemplativos es mostrar a los demás la belleza de la oración y su necesidad para mantener el ardor evangelizador; ellos nos ayudan a experimentar el misterio insondable de Dios, que es amor, en la oración contemplativa. No hay anuncio eficaz del Evangelio que no nazca de la fecundidad de la oración. Es necesario encontrarse a solas con Dios, que nos ilumina y transforma para convertirnos en discípulos misioneros. Hace falta encontrarse con el Señor en el silencio de la oración. Lo exige la urgencia de nuestra renovación interior y de la conversión pastoral, a la que nos llama el papa Francisco. Nuestras monjas de clausura nos recuerdan que hay una Palabra por antonomasia –la de Dios- que es preciso escuchar, y que hay una presencia por excelencia –la de Dios-con-nosotros, sobre todo en la Eucaristía-, que debemos siempre acoger y adorar. Las monjas no se desentienden ni de la Iglesia ni del mundo. Separadas de todo, están unidas a todo porque nada humano ni eclesial les es ajeno. Ellas nos dan el más precioso testimonio de su encuentro con Dios en Cristo Jesús, para que vuelva a latir nuestro corazón con el fuego de Dios, que reavive nuestro ardor misionero.