Ángel Baez. Periodista.
Las suaves temperaturas del verano tardío se resisten a dejarnos y eso que ya estamos metidos de lleno en un otoño que, según dicen, se avecina caliente.
En la vida pública y durante hace ya demasiado tiempo, venimos cociendo asuntos que pueden entrar en ebullición en cualquier momento y, de paso, hacer saltar esa olla exprés donde hasta ahora se venía cociendo las reglas del juego democrático.
Los devastadores efectos de la crisis sobre una inmensa mayoría, la incapacidad política de sortear las embestidas de la tragedia o la indecencia de unos pocos notables de llenarse los bolsillos han hecho emerger mensajes que, por sus connotaciones populistas y demagógicas, solo añaden más inquietud.
De aquellos viejos insectos que formaban parte del sedimento fósil, de aquella fauna cadavérica de antiguos tiempos, evolucionamos a los arrasadores picudos rojos y hoy nos llegan los nuevos mosquitos tigre, esos que, en buen número, se han instalado para quedarse y chupar y hurgar en la herida de los anhelos colectivos.
En política, los nuevos mensajes que nos llegan hoy en ‘prime time’ son tan antiguos como los osarios de Atapuerca, donde ya los buitres hacían sus gracias a aquellos con sueño profundo.
No hay nada nuevo en el panorama actual, salvo las continuas transfusiones de unos mosquitos que hoy tienen prisa por hacerse mayor y que se cuelan en nuestras casas, cada día y en cualquier momento.