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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:18

Nací en 1983

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Carmen Albert. Concejala de Comercio, Transportes y Movilidad del Ayuntamiento de Castellón.

Nací en 1983. Dos años antes Adolfo Suárez había dejado de ser el presidente del Gobierno, liderando una Transición Española que supuso el marco de reconciliación y convivencia que hoy disfrutamos.

Quienes hemos nacido en Democracia no sabemos qué es la vida sin libertades, pero podemos hacernos una idea de la situación de una sociedad que vivieron nuestros padres y abuelos y el esfuerzo que supuso romper con lo establecido y abrazar un sistema en el que la Constitución actual imperaba y los partidos políticos comenzaban a recoger abiertamente las inquietudes sociales.

Todo este proceso fue mérito de los ciudadanos, sin duda alguna. Pero también fue acierto de un liderazgo, ejercido por Adolfo Suárez, cuyo sentido del deber y de la responsabilidad fueron determinantes en nuestra historia. Una historia reciente que se traslada hasta nuestros días, y que es el resultado de una evolución que no debemos perder y para la que debemos trabajar todos los días.

Más allá de los mensajes de apoyo a la familia Suárez y de ensalzamiento de la figura del primer presidente de nuestra Democracia, hay algo que destaca por encima de todas las cosas tras su fallecimiento. Y es que todas las palabras, venidas de los distintos partidos, sindicatos, instituciones, asociaciones y ciudadanos de nuestro país insisten en recordarle como la pieza clave de una Transición cuyo espíritu de consenso debemos ser capaces de mantener, alimentar y consolidar.

En un momento convulso y difícil, en el que se pone el acento en desprestigiar al otro más que en aportar soluciones al bien común, quiero hacerme eco de las palabras del alcalde Alfonso Bataller, en las que destacaba la necesidad de mantener todos los días el clima de convivencia que merece nuestro país y que encarnó Adolfo Suarez.

Porque quiero contarles a mis hijos que hemos pasado momentos difíciles, pero que fuimos capaces de entendernos y respetarnos. Que, igual que ocurrió en 1976, también ahora hemos estado a la altura. Y contarles que la vocación de servicio público y el amor por nuestro país han requerido esfuerzos pero han comportado bienestar y progreso. Esfuerzos que han valido la pena.

Porque siento que permanece el espíritu conciliador que encarnó Suárez.

Aunque yo naciera en 1983.