David de Miguel. Diputado autonómico de Ciudadanos por la provincia de Castellón.
Estos últimos días los españoles podemos respirar más tranquilos. Parece que siete meses después, se abre la puerta a poner fin a esta situación de interinidad en la que se encuentran el Gobierno y el Parlamento, y que tan lesiva está siendo para el normal funcionamiento de nuestro país.
Siete meses de desgobierno, de descrédito hacia la clase política, de ausencia de toma de decisiones. En un momento, además, complicado para la economía como el que vivimos, que han sufrido quienes precisamente menos culpa tienen de esta situación; los ciudadanos que libremente decidieron, primero el 20D y después el 26J, que había llegado el momento de cambiar la forma de hacer política en nuestro país.
Porque si hay algo que los resultados electorales han dejado meridianamente claro, no es la fragmentación como algunos quieren ver, sino el deseo de los españoles por abrir un nuevo tiempo marcado por el diálogo, el consenso y la responsabilidad de quienes representamos la voluntad del pueblo en las distintas instituciones.
Como también ha quedado de manifiesto, la negativa del electorado a que vuelvan las mayorías absolutas, los rodillos parlamentarios y la ausencia de diálogo entre los poderes ejecutivo y legislativo. Propiciado todo ello en parte por el hastío de los ciudadanos hacia la vieja forma de hacer política de los partidos tradicionales, y en parte por la irrupción en la escena política de los partidos que apostamos por la regeneración democrática.
Es evidente que esta lectura e interpretación de los resultados electorales es compartida por la gran mayoría de las fuerzas políticas. Esto lo demuestra el hecho de que los grandes perjudicados por el mensaje que ha enviado la ciudadanía, PP y PSOE, quienes no están acostumbrados a gobernar desde el diálogo y el consenso, han estado intentando “corregir el resultado de las urnas”, como diría Artur Mas a través del bloqueo institucional, arrastrándonos a todos los españoles a una situación enloquecida e inédita en la historia más reciente.
Pero como se apuntaba al principio, las cosas parece que han cambiado y mucho. Porque alguien, Ciudadanos, ha conseguido forzar a Mariano Rajoy a dejar por una vez de hacer lo que le venga en gana. Desde Ciudadanos, con humildad, le hemos obligado a cambiar su desesperante estrategia de sentarse a esperar acontecimientos, sintiéndose el dueño de la situación, controlando sus tiempos y ninguneando al contrario. Se le ha hecho ver que tanto la necesidad de reformar y regenerar la política como los intereses de los españoles están muy por encima de los suyos propios y los de su partido, porque para eso hemos venido a la política. Y créanme, no es poco lo conseguido.
Ahora, sin embargo, es el turno del PSOE. Ciudadanos, por convicción, y el PP, por obligación, hemos dado un paso al frente, demostrando nuestra voluntad de desbloquear la situación de parálisis en la que se encuentra España. No obstante, poco cabe esperar de Pedro Sánchez, cuya única preocupación es mantener a salvo su cabeza a costa de corromper a un PSOE cada vez más alejado de ese partido histórico, leal a las instituciones y con sentido de Estado.
Y no menos preocupante es ver como el socialismo periférico, el PSPV en nuestro caso, jalea y justifica a su defenestrado líder, cuando no directamente ataca a nuestro partido intentando hacernos cómplices de la permanencia de Rajoy en el Gobierno. Compañeros del PSOE, claro que sabemos que Rajoy no es el presidente que anhelamos para nuestro país, y que el PP ha llevado a cabo una política nefasta asentada en su mayoría absoluta. Pero los tiempos han cambiado, y sobre todo las urnas han hablado, por dos veces además.
Y lo que nos preocupa, más allá de intereses partidistas y personalistas, es que el Gobierno de España lleve ocho meses en funciones, nos preocupa que no se estén poniendo en marcha las reformas que necesita nuestro país para hacerlo más competitivo, nos preocupa la escasa calidad democrática de muchas de nuestras instituciones, nos preocupa en definitiva el bienestar de los ciudadanos, y por eso desde la oposición impulsaremos todas las reformas que España necesita. Pero para que haya oposición, primero debe haber Gobierno.
Pero el PSOE, o su líder mejor dicho, prefiere estar de vacaciones y criticar por criticar. Demostrando una ceguera institucional absoluta, porque parece que no son conscientes de que con un Gobierno en funciones, en las fechas en las que estamos, las consecuencias para las comunidades autónomas, por cierto controladas por el propio PSOE en su mayoría, pueden ser nefastas. ¿Acaso no les preocupa que se tengan que prorrogar los Presupuestos Generales del Estado? ¿Que no haya un Gobierno con el que negociar el tan necesario cambio del modelo de financiación autonómica? ¿Que no se pueda fijar el techo de gasto de forma que no se podrán aprobar los presupuestos autonómicos? ¿O que no se podrán realizar inversiones que los valencianos tanto necesitamos?.
Está claro que los riesgos de mantener un Gobierno en funciones y un parlamento inactivo, al PSPV y concretamente al Consell no les preocupa. Viven cómodamente instalados en la queja continua por el maltrato del Gobierno central, por la animadversión de Montoro (cierta por otra parte) hacia los valencianos, por la infrafinanciación autonómica, por la falta de inversión en infraestructuras y así un largo etcétera.
Y es que la formación de un nuevo Gobierno, monitorizado y controlado por una oposición seria y leal como Ciudadanos, les crearía un verdadero problema, y es que les obligaría a algo que parece que desde su responsabilidad de Gobierno, todavía no tienen asumido un año después, que es gestionar y gobernar, algo que ahora no hacen.