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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Coma etílico

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Elvira Gual. Ama de casa.

Admiro el coraje del Padre Montilla, sacerdote salesiano y comparto completamente su opinión,  por ello, con todo cariño y respeto quiero hacer hincapié en sus palabras para que tomemos conciencia de lo que hoy en día estamos viviendo.

Se llamaba Laura, tenía 12 años y estaba en Primero de ESO. Se reunió con sus amigos la noche de Halloween para hacer un botellón. Era en San Martin de la Vega, a 40 Kilómetros de Madrid. El lugar era perfecto para la fiesta: un descampado, un cerro de muy difícil acceso y sin ninguna iluminación. La movida era barata. Los chavales pusieron 8 euros por cabeza. Como no tenían edad para comprar alcohol, le dieron el dinero a un mayor que compraría las botellas en el supermercado por 5 euros de recompensa. En un momento de la juerga, Laura se enfadó con sus amigos y se metió entre pecho y espalda una botella de ron. Fue tanto lo que bebió que se desmayó.

Al principio los colegas se burlaron de ella. "Mira que floja. ¡Va a echar hasta las primeras papillas!" Cuando la cosa se puso fea, viendo que la amiga no reaccionaba y temerosos de lo que pudiera ocurrir, cargaron su cuerpo en un carro de supermercado y la llevaron a un Centro de Salud donde llegó con parada cardiorrespiratoria. Fue trasladada al hospital 12 de Octubre donde murió pocas horas después.

Sus padres, a quienes la policía había alertado en dos ocasiones por el exceso de alcohol que había ingerido su hija meses antes, lloraban su perdida. Su pueblo decretó un día de luto oficial y su instituto guardó un minuto de silencio. 5 euros habían costado la vida de Laura.

Otras noticias iban llegando y alarmando a los mayores: peleas organizadas, grabadas y difundidas en Lugo, otros comas etílicos en otras partes del país.

Entre tanto, un colectivo de padres y madres iniciaban una huelga pidiendo que los profesores no pusieran deberes a sus hijos durante el fin de semana. Los partidos políticos seguían sin ponerse de acuerdo con la enésima ley de Educación y la administración seguía haciendo malabarismos: habían suprimido una hora de enseñanza de Religión, habían retirado la asignatura de Ética; antes habían suprimido la de Ciudadanía y no se ponían de acuerdo sobre si la enseñanza de los valores debía corresponder a la escuela o a la familia.

Ese mismo día el país entero hablaba de la ‘cobra’ que dos famosos habían protagonizado en televisión y de los amores y desamores de los ricos que se paseaban impúdicamente ante las pantallas como si les fuera en ello la vida.

En las Cortes algunos políticos cobraban por insultarse y por hacer de la mala educación una gracia. Y mientras eso ocurre, nadie se atreve a decir que entre unos y otros hemos desprovisto de cualquier armazón moral a nuestros chavales.

Los padres no ejercen sino de amigos, los profesores tienen que hacer de padres y los políticos se ven obligados a hacer de profesores y así van fabricando una generación desprovista de referentes morales porque nadie se pone de acuerdo en nada y porque las exigencias en la formación ha pasado a mejor vida.

Una amiga profesora me decía que si pides una tutoría, los padres pondrían todo tipo de dificultades para acudir a la cita. Pero si les quitas el móvil a los chicos, en menos de una hora tendrás en el colegio a sus padres para reclamarlos. De esta forma vamos a convertir a nuestros hijos en pequeños déspotas caprichosos a quienes hay que calmar haciéndoles concesiones y no exigiéndoles nada.

Entre tanto, los mayores iremos poniendo pegas a la defensa de los valores humanos por el pudor cobarde de respetar la libertad de los chavales. Les daremos caprichos pero no les prestaremos nuestro tiempo, les daremos objetos pero no exigencias. No les pararemos los pies ni nos atreveremos a quererlos.

Es verdad: Laura, como tantos otros adolescentes, murió víctima de un coma etílico. Por nuestra cobardía, estamos dejando a nuestros chavales tirados en la vida, por 5 euros, cargados en carros de supermercado.