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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 10:29

155 versus mayo de 2015

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Carles Mulet. Senador de Compromís.

 

 

Pon tú retrovisor tres años atrás, puede parecer poco tiempo, pero seguro se te plantea un abismo.

Veníamos de un desencanto masivo, de un gobierno Zapatero que inició su andadura echando al engendro ultra de Aznar, retirando tropas, generando nuevos derechos (matrimonio homosexual), levantando alfombras (la tímida ley de memoria histórica), para acabar plegándose a los recortes salvajes de la Troika.

Ese desencanto abrió las puertas del gobierno a un personaje gris, mediocre, denostado por los suyos como era Rajoy. El que lo iba a arreglar todo lo empeoró, incumpliendo sistemáticamente todas sus promesas. En ese clima, hace poco más de dos años y medios, el hartazgo supera los límites, y Podemos se dispara en las encuestas, la prensa, benigna hasta el momento con el invento, empieza a embrutecer su imagen; la amenaza primero a la griega y luego a la venezolana, y siguiendo los deseos públicos de personas ilustres como Duran i Lleida, inventan ‘un podemos de derechas’, capaz de recoger ese voto crítico y desilusionado con los partidos del régimen.

Desde fuera, ves también como el poder omnímodo de Convergencia se desmorona o lo desmoronan al aflorar los gravísimos casos de corrupción del tótem sagrado, del padre de la patria catalana; el intocable Pujol. Ves como son hábiles al adaptar su discurso de zona de confort a un substrato importante independentista existente en la sociedad catalana; aquello de Junts pel Si parecía más un intento de parar el evidente 'sorpasso' de ERC a CiU, mucho maquillaje y olfato, y por el camino se desprende Convergencia de esa rémora que era Unió.

Parecía tan evidente una posibilidad real de un resultado electoral en España ‘a la griega’, donde un partido nuevo consigue el poder alejado de la doctrina ultra liberal de la troika, que su estrategia fue para no aguar la fiesta previa con resultados municipales y autonómicos que pudieran deslucir el éxito absoluto, optar por las marcas blancas en esta previa, para poder tener maniobra de si el resultado era exitoso, apuntarte el tanto, y si era desastrosos, marcar distancias.

Y vaya, mientras a nivel autonómico pudo ser aceptable, posibilitando el cambio en buena parte de las Comunidades autónomas; la apuesta de las candidaturas plurales fue un ‘petardazo’, por primera vez, las grandes capitales (a excepción de Sevilla) gobernadas por una izquierda diferente, alternativa, Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza…  aquello parecía la antesala del gran cambio en España.

Y entraron los miedos e histerias, se sobrealimentó a Ciudadanos como alternativa, y también gracias a los errores de Podemos, el resultado en las generales quedó a medio camino; expectativas frustradas y ni ‘soprasso’ al PP ni al PSOE, el cambio de mayo de 2015 de momento se quedaba para las municipales y autonómicas.

No se llega a ningún acuerdo de gobierno entre PSOE y Podemos, por el grado de responsabilidad o irresponsabilidad que quieras otorgar a cada actor, de nuevo elecciones, y se diluye todavía más la posibilidad de ese gran cambio.

Se deja gobernar en minoría a Rajoy, con el espejismo de que una mayoría de sensatez en el Congreso podría condicionar sus políticas y obligarle a adoptar medidas progresistas y éticas. Mientras, en esa cámara invisible e inservible que es el Senado, gracias a un tercio de los votos emitidos,  gozaba de una irreal mayoría absoluta.

Y desde aquel momento, el PP se dedicó a usar esta cámara como parapeto para pervertir, paralizar, modificar a su antojo, las batallas perdidas en el Congreso; de repente, esta cámara denostada a pulso propio, se convertía en un instrumento para obstaculizar la labor de la Cámara Baja, y se dedican a instaurar discursos del nacionalismo más rancio donde cada dos por tres se aprueban mociones en defensa de la unidad nacional, del papel sagrado de las diputaciones o cómo no, de Venezuela.

En ese escenario, la apuesta u obligación con sus socios del gobierno catalán de escenificar una consulta ciudadana (referéndum), en pro de la secesión, se convierte para el PP en un nuevo filón o balón de oxígeno; el anticatalanismo vende en el resto de España (y en especial en el País Valencià), el discurso primario de las esencias patrias, la amenaza interna (o semi interna), siempre aglutina; la seguridad e integridad nacional en juego, reubica posicionamientos.

Al gobierno catalán ya le va bien también alimentar el enemigo común a la causa, y se empieza a conceptualizar aquello del choque de trenes (que como me ilustraba ayer Martí, no era choque de trenes, sino de un gato contra un tren).

¿Quién necesitaba dialogar? ¿Quién necesitaba convencer al otro, si en la desavenencia y el victimismo estaba parte de la estrategia y legitimación?

Imagino que ni el Gobierno catalán ni sus socios esperaban una reacción desproporcionada, absurda, violenta, chapucera, intolerable, sainetesca como la del Gobierno español, pero eso, les acabo dando más legitimidad en lo que era un salto a una piscina sin agua; el derecho a decidir es y continua siendo legítimo, pero generar tanta ilusión y expectativas en una declaración de independencia que se antoja jurídicamente inviable por la falta de reconocimiento internacional, era también apostar muy fuerte y abocarse a no poder gestionar luego la desilusión y frustración generada (pero electoralmente, ya tienes la campaña para una buena temporada).

Al PP le cae la apetitosa tarta, justamente allá donde tiene una mayoría absoluta cómoda, además formada por personajes de la derecha más extrema, descoloca a las fuerzas progresistas que hagan lo que hagan salen mal paradas, pero al mismo tiempo infla todavía más ese partido contenedor que es Ciudadanos; si hay elecciones, hoy mismo, entre los dos mayoría absoluta asegurada, y a aplicar ya sin reparos recortes y política extremas.

Aplicar el 155, les viene de perlas en su relato, ante la amenaza de ruptura, medidas extremas y contundentes; pero ¿qué solucionamos?, nada, al contrario, hacemos más grande la crisis, y nos abocará a años de polarización, enfrentamientos, frustraciones y emanación de lo peor de la sociedad.

EL 155 les ha ido perfecto para desactivar mayo de 2015, y la amenaza del cambio político en España, y por extensión, también el cambio político en Catalunya, quedan y quedaran, durante más tiempo, los mismos actores con más fuerza, aunque lo suframos todos y todas.

Ya lo avanzó Rajoy: “Cuando peor mejor para todos y cuanto para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político”.