Diana Rubio. Politóloga experta en comunicación política, protocolo y eventos.
Está claro que el tejido municipal en España tiene un porcentaje bastante alto de localidades con un bajo número de habitantes y es en estos micromunicipios donde en un proceso electoral, no se vota a un partido, se vota a un candidato. A este candidato se le conoce desde siempre, porque es ante todo vecino y ciudadano. Es en el momento de su elección, cuando asistimos al cambio de la simple condición de vecino a la de la creación de un superhombre o supermujer.
Cuando sale elegido un candidato debe hacerse la siguiente pregunta: ¿Estoy realmente preparado o preparada para ser un superhombre o supermujer?¿Podré dejar de lado mi vida anterior?
Ser alcalde es una tarea multidisciplinar. No solo representas a los vecinos del pueblo, tambien eres el responsable de solucionar cualquier asunto que les pueda concernir.
Cuando se es elegido alcalde de un micromunicipio, todo cambia a su alrededor porque no solo se convertirá en un cargo público, se convertirá en fontanero/a, electricista, albañil, bombero, jardinero/a e incluso psiquiatra, entre otras muchas cosas.
Afirmo que en la clase política, encontramos individuos muy diferentes entre sí, pero el caso de los superalcaldes polivalentes es, en la mayor parte de los municipios con menos de 5000 habitantes, una constante digna de observar.
Con esto me refiero al contrato que firman representantes municipales y ciudadanos, donde existen cláusulas invisibles que no salen a la luz hasta el momento en el que se demuestra su compromiso con el pueblo.
Será su capacidad de resolución, junto con sus habilidades sociales de escucha activa entre otras, las encargadas de que su popularidad aumente o no entre los ciudadanos de su municipio.
Por tanto, ¿Los alcaldes de micromunicipios, están disponibles 24 horas, los 7 días de la semana?
En mi opinión, considero que indirectamente lo están, y que deben de estar mentalizados para la dura tarea que supone ser representante en estos municipios.
Deben saber que haciendo la compra, harán de representantes consistoriales escuchando la quejas de sus vecinos, que paseando a su perro, harán labor de guardián del orden, tomando café en el bar de la esquina les someterán a un tercer grado sobre cuando cambiará el banco del parque, o incluso, tendrán que mediar en plenos extraordinarios a pie de calle sobre su gestión y las ayudas a sus vecinos.
Esto son los superalcaldes, aquellos que viven por y para su pueblo, demostrando su vocación política multidisciplinar, y de los que nuestro país se nutre en muchos de sus rincones.