Diana Rubio. Politóloga experta en comunicación política, protocolo y eventos.
Actualmente muchos son los interesados en las normativas y exigencias características de ésta rama de la comunicación. Estamos asistiendo a la creciente importancia del protocolo provocado por diferentes actos solemnes donde esta disciplina toma la palabra. Pero esa importancia no siempre va en dirección positiva, también en negativa. Muchas voces hablan del protocolo como una materia inservible, obsoleta e incluso como una disciplina inútil.
A raíz de estas controversias surgidas sobre el protocolo y su rentabilidad, me hago una pregunta ¿Qué pasaría si desapareciese el protocolo?
Esta disciplina que conlleva normativas y procedimientos de actuación regulados que sale a relucir en los actos oficiales e institucionales está basada en la tradición y costumbre de cada lugar y creada a partir de la necesidad de ordenar y conseguir eventos eficaces basados en la unidad y en la creación de identidad propia.
Desde el público, las labores protocolarias pueden parecer fáciles pero también debe luchar con la educación o falta de ésta de invitados, la cortesía de algunos y la desconsideración de otros, haciendo en ocasiones del protocolo un trabajo peligroso.
Si hubiese una total libertad a la hora de organizar un acto, colocar a determinada personalidades en una mesa concreta, cuando deben sonar los himnos y en qué orden, la confusión y el desconcierto se convertirían en protagonistas indiscutibles. No me imagino un acto de investidura política sin un orden preestablecido. Sería un caos, y esa imagen es la que se proyectaría a niveles mediáticos internacionales, dañando severamente la imagen de unidad del país emisor.
Incluso voy mas allá, si faltara el protocolo en actos con otros países, podría desencadenar conflictos diplomáticos por el orden en el que se realizan las cosas.
El poner cierto orden en un grupo ya es complicado, sin un sistema anterior establecido, sería mucho peor. Por lo que esta materia necesita de un trabajo previo donde se estructura todo el acto o evento y así no dar pie a imprevistos y posibles incidencias, ya que han sido tenidas en cuenta de manera preliminar.
En la propia puesta en escena, siempre debe estar en un segundo plano, pero atento para cerciorarse de que todo transcurre de manera correcta y fiel al cronograma fijado. Su labor se complementa con el conseguir armonía, estética y estilo corporativo.
Por tanto, hay una necesidad absoluta de las tareas que el protocolo acarrea. Las normas en los actos que esta materia propugna son esenciales en las organizaciones, sean públicas o privadas. Si no se siguen y cada uno hace lo que considera oportuno, el respeto se perdería y el desorden y el descontrol se apropiaría de actos que ayudan a dar a nombre a nuestra sociedad y crear imagen de nuestras instituciones.
En definitiva, creamos en el protocolo.