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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

¡Pobres naranjos!

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Enrique Domínguez. Economista.

Ya me extrañaba tanto color rojo en la ciudad de Castellón de la Plana. Con la llegada del Tram, la calzada especial para este medio de transporte (aunque, al menos en el casco urbano, es utilizada también por autobuses y vehículos particulares) se tiñó de ese color (me interesa su tonalidad y no su denominación específica). Ello contrasta con  el color verde de la enseña local o con el de las cintas que se reparten en la romería de la Magdalena. Y también, si queremos verlo así, con el azul del logo del partido que gobierna en la ciudad.

¿Y por qué me extraña tanto color rojo? Pues porque, a las primeras de cambio (aunque ya hubo, que yo recuerde un precedente el año pasado) se ha vuelto al predominio del verde tan característico nuestro.

¿Y cómo ha sido eso? Pues mucho tienen que ver los naranjos que desde hace unos años adornan diferentes calles del municipio y que se plantaron como respuesta a las sugerencias de emplear como elementos colaboradores con el medio ambiente los árboles típicos de aquí como son las encinas, los almeces y los naranjos. Con una salvedad, los naranjos son de los que popularmente llamamos “bordes”, es decir, de naranja amarga. ¡Hay que ver lo ácidas que están esas naranjas, sobre todo para los que piensan que lo mismo da coger una de un árbol del campo que de cualquier calle de la ciudad!

Como ustedes saben, y no es ironía ni que quiera quedarme con ustedes, los naranjos, si por algo se distinguen de los otros dos árboles que adornan nuestras calles es por su fruto; mejor dicho, por el color anaranjado del mismo frente al color oscuro de la bellota o del almez. Y parece que ese factor diferencial del naranjo es lo que preocupa a quienes decidieron ubicarlos en las calles; parece ser que les gusta la uniformidad. Todo verde.

¡Qué triste es pasear por algunas de nuestras calles y ver sólo el color verde de los árboles, sin ningún distintivo. Quiero hacer un inciso en forma de loa hacia el árbol del fuego que lo primero que saca al inicio de la primavera son sus bellísimas flores anaranjadas.

Pero, los naranjos si por algo se distinguen es por el color característico de su fruto cuando madura; es cierto. Pero este año, creo que más pronto que el anterior, está desapareciendo de algunos árboles. Y no porque alguien se lo lleve para hacer mermelada de naranja (que se suele hacer con naranjas amargas) sino porque, dicen, ensucian las calles o, al menos, determinadas calles.

¿Qué ocurre? ¿Se caen porque no se las cuida como en el campo? No. Caen algunas porque gente desaprensiva en calles de actividad nocturna las arranca, las tira al suelo y las pisa y dejan manchadas las baldosas. Es cierto. Pero la medida es drástica. ¡Todas las naranjas fuera! Al menos en esas calles.

Cuando esos desaprensivos tiran una papelera llena de desperdicios, se recogen éstos y se vuelve a colocar la papelera. Con las naranjas, no. Se quitan todas y así, eliminadas las naranjas, eliminada la suciedad del suelo.

Yo propondría una medida de gracia como persona que reconoce la belleza de un árbol con ese fruto dorado ¡qué poético me ha salido! pero que no tiene demasiada gente que le defienda. Que se dejen todas las naranjas que se sitúen a más de, por ejemplo, dos metros y medio y que, cuando se compruebe que comienzan a caerse por ellas mismas, entonces y sólo entonces, recogerlas todas.

¿Y qué hacer con ellas? Pues, en lugar de echarlas en un vertedero, como parece ser que se hace ahora, se podría ver de elaborar pienso para animales tal como hacen en el cap i casal.

Si no teníamos ya bastante con la discriminación que sufre el agricultor en cuanto a lo que percibe por sus naranjas y con la prohibición de exportarlas a Rusia, ahora en esta nuestra ciudad, apenas han cambiado su color verde por el anaranjado son quitadas de determinados árboles en su totalidad, de manera no muy fina en algunos casos, excepto alguna que se salva porque la escalera o la mano del operario no llega o no la han visto; en cambio, el fruto de las encinas y de los almeces se deja caer tranquilamente al suelo para ser recogido por el servicio de limpieza.

¡A ver si se pueden salvar algunos de los árboles de las calles-problema de esa limpieza total el año que viene, porque éste hemos llegado tarde! Además del rojo del Tram también queremos el de nuestros naranjos aunque no sea tan rojo.