Enrique Domínguez. Economista.
Los árboles que desde hace unos años se ubican en muchas de las aceras, rotondas y parques de la ciudad de Castellón de la Plana tienen como una de sus muchas misiones, aparte de la de oxigenar la atmósfera, la de alegrar la vista, dar un color, predominantemente verde y en casi todas sus tonalidades (recordar aquello de “tots els colors del verd” de Raimon aplicado a Castellón) en sus hojas o anaranjado, negro o marrón en sus frutos; sin olvidar las distintas formas y colores de las flores de otras especies arbóreas.
Y hay que añadir, con las temperaturas que tenemos, que una función nada desdeñable de los árboles que circundan nuestras aceras es la de dar sombra, la de reducir la fuerza del hermano sol sobre nuestras cabezas y cuerpos.
Sin embargo, ni el anterior equipo municipal ni tampoco el actual, por ahora, parece que tienen presente lo anterior en toda su extensión. Me explicaré.
El exceso de color verde de nuestros árboles fue reducido con la plantación de naranjos bordes que añadían el color anaranjado de sus frutos. Pues bien, ya el año pasado y éste, algunos desaprensivos en ciertas calles en las que abundan los pubs, se dedicaron a coger algunas (¡pobrecito del que creyó que se podían comer tranquilamente!) y a tirarlas al suelo o pisotearlas; el resultado eran unas manchas blancas producidas por la reacción del ácido que contiene y los materiales de las baldosas (también muy variopintas en nuestras calles) que daban una imagen poco atractiva, aunque desaparecían con el tiempo.
La protesta vecinal motivó una actuación drástica por los trabajadores de la empresa concesionaria, siguiendo órdenes de sus superiores, y eliminaron todo el color naranja de algunas calles, la de Tenerías y alrededores. Algunas naranjas se salvaron porque la escalera no llegaba a alcanzarlas o se camuflaron adecuadamente.
Ello motivó un artículo mío titulado “¡Pobres naranjos!” en el que proponía quitarlas de los árboles hasta una altura de unos dos metros. ¡A ver si el actual equipo municipal lo tiene en cuenta!
Creía que esa actuación drástica había terminado pero en mis paseos diarios me he topado con tres nuevas variedades de árboles de las cules dos de ellas han sufrido, y de qué manera, el hecho de dar frutos que caen al suelo o de tener gran vitalidad y, por ello, ramas muy altas que parece que molestaban a algunos vecinos.
El primer árbol, una morera situada en la salida del parking del Auditorio; seguramente, como las moras manchaban el suelo y ensuciaban las zapatillas de los transeúntes, en lugar de quitarle una a una esas moras, han ido por el camino del medio; le han cortado casi a ras de tronco todas sus ramas. Suerte que no han optado por serrarla a ras de suelo. En cambio, en el parking de la Basílica de Lledó y en otros espacios no ha pasado nada de esto por ahora.
El segundo árbol, del que lamento no saber su nombre dada mi poca formación botánica, se refiere a un grupo de siete ejemplares situados en la acera de la calle Oropesa frente a la plaza del escultor Adsuara. Esos árboles daban una sombra muy necesaria en estas fechas. Parece ser que por una queja vecinal, según el equipo podador, se han quedado en el tronco y poco más, como la morera del Auditorio. Se nota que ha sido la misma persona la que ha ordenado la poda. Y todo ello por tener vitalidad y por crecer sus ramas más de la cuenta y tapar la visión a las viviendas de la primera planta. Da la impresión que es mejor ver el asfalto que el verde de los árboles. A lo mejor también habría que podar drásticamente los almeces de la calle Peñíscola frente al cuartel de la Guardia Civil si hay queja, por ejemplo.
El tercer árbol, el ficus de la plaza María Agustina, a pesar de su monumentalidad y por haber causado la rama desprendida un herido leve, ha sido sometido a una poda. Imprescindible, no lo sé; ligera como dicen, para un naranjo seguro que no; necesaria, sí para curarse en salud ante nuevos accidentes. Pero hay que recordar que las bellotas o los “pinyols dels lledoners” también pueden causar caídas.
Pero todo esto, que es más o menos anecdótico, aunque reduce drásticamente la capacidad clorofílica de esos árboles, puede ser el inicio de problemas importantes. ¿Qué pasará si un vecino de esas calles con palmeras altísimas o con almeces, plataneros u otras variedades, se quejan de esos árboles porque les tapan la visión? ¿Acudirá también la empresa concesionaria, siguiendo órdenes, para podarlos o cortarlos a ras de suelo?
Y algo más importante, ¿qué debe primar para el Ayuntamiento, la queja de unos pocos vecinos o el interés de muchos ciudadanos que queremos sombra en nuestras calles cuando el calor aprieta y que actuaciones como la descrita en la calle Oropesa nos lo impiden?
Meditémoslo y medítenlo en la concejalía correspondiente. ¡A ver si se nota el cambio!