Enrique Domínguez. Economista.
Los agricultores, los ganaderos, los empresarios agrarios, industriales o del sector servicios pueden luchar en lo estrictamente económico para que sus cultivos, sus ganados, sus empresas puedan seguir adelante, y en esas están desde que comenzaron su actividad y, sobre todo, desde 2008 con la crisis que aún está ahí, aunque más dulcificada.
Sin embargo, no pueden luchar contra las decisiones de las grandes potencias que, en una escalada peligrosa de la que todavía no se ve el final han decidido (en este caso, Rusia) prohibir la importación de diferentes productos agrarios de los mercados de la UE, EE UU, Australia, Canadá, Japón y Noruega.
Me corrijo, sí pueden hacer algo; exigir a sus gobiernos que reflexionen y consensuen lo mejor para todos los ciudadanos; pero esto, es casi como pedir peras al olmo, aparte de ser ingenuo (decidan ustedes el grado de ingenuidad) el pensar en una acción colectiva de todos los afectados.
Y a los empresarios agrarios, industriales o de servicios de las comarcas castellonenses, ¿cómo les afecta o les puede afectar esta medida unilateral rusa de un año, en principio, de duración?
Antes de su desmembramiento, la Unión Soviética y los países de su mercado común, el Comecon, eran un destino bastante residual pero que, en el caso de los cítricos eran receptores de naranjas ya casi inexistentes como son las variedades blanca y verna; para otros productos, los envíos eran nulos o muy poco significativos. Sin embargo, hay que tenerlo muy en cuenta, era uno de los primeros proveedores para la provincia de los crudos de petróleo; y continúa siéndolo.
Hoy en día, el mercado ruso es un mercado potencial muy importante para algunos sectores castellonenses y un mercado real para otros, como el cerámico o el energético. Su capacidad económica, el elevado número de habitantes, su escasa apertura hasta hace pocos años, permite pensar que es un mercado de futuro relevante para el sector agrario castellonense, para el turístico y para el residencial; sin embargo, aspectos como el tema de las mafias o de los circuitos establecidos para poder vender o entrar en el país, pueden frenar algunas oportunidades de negocio.
En el campo turístico, la provincia de Castellón, con la inminente apertura del aeropuerto, puede ser el punto de destino de un segmento importante de población rusa; para ello es básico disponer de las infraestructuras y servicios adecuados para que se sientan a gusto y repitan.
En el campo residencial existe un buen número de viviendas turísticas y suelo sin vender, sobre todo en la costa castellonense, que se han puesto, en parte, recientemente al alcance de inversores y ciudadanos rusos a través de una web gestionada por la Cámara de Comercio. Puede ser una buena alternativa, siempre que las posibles inversiones en este campo para nuevos proyectos sean sostenibles desde el punto de vista medioambiental.
En el campo industrial, este mercado ha subido como la espuma para nuestro primer sector exportador, el cerámico. Actualmente, a pesar de la crisis ruso-ucraniana, es ya el segundo cliente, puesto que mantiene desde el inicio de la crisis. Lo mismo cabe decir de su relevancia para el sector energético, aunque en éste es mucho más fácil sustituir el país de procedencia del crudo.
Y como destino de nuestros cítricos, el mercado ruso ha sido muy residual en los últimos años, menos del 2% del valor total exportado. Pero debe ser un mercado de futuro por lo apuntado líneas arriba.
Por tanto, pidamos coherencia y reflexión a nuestras autoridades y a los que rigen los destinos mundiales para que, por una vez, se preocupen por las personas y sus vidas y no por sus intereses estratégicos. ¿Qué opinan ustedes?