Federico Arnau. Comerciante jubilado.
Accidentes mortales hay todos los días en el mundo, Y no les damos importancia porque son accidentes ‘normales’. Pero cuando ocurre un accidente de tren, avión o de barco, es como si fuese algo extraordinario, diferente a los demás accidentes.
El siniestro del vuelo del Airbus 320, de la compañía Germanwings asociada a Lufthansa, no fue un accidente, fue un asesinato; como fueron asesinados los viajeros que se encontraban en los aviones que se estrellaron en las torres gemelas de NEW YORK; en este caso fue una montaña, pero no deja de ser un suicidio pensado, controlado, y realizado según los planes que el suicida llevaba en su mente
Se ha escrito y se seguirá escribiendo mucho sobre este accidente, pero la realidad, la verdad, quizás no nos lo cuenten todo; sabemos lo que nos dice la primera caja negra, nos cuentan que Andreas Lubitz se quedó solo en Cabina, momento adecuado para realizar sus planes; y que el comandante, con un hacha, intentó derribar la puerta para poder acceder a la Cabina en el momento en que Lubitz hizo descender el avión a razón de 900m y 1200m por minuto hasta impactar en los Alpes.
Según varias declaraciones y los registros efectuados por la policía, el piloto había roto partes de baja y no los entregó a la compañía para no ser relegado por enfermedad; por lo tanto, realizó su trabajo normalmente, pero todo esto nos lleva, aparte de la investigación oficial, a varias preguntas.
Por protocolo, Iberia y Rayaner, dentro de las medidas de seguridad, ya mantenían dos personas en Cabina. Las normas internacionales sobre aviación civil, aparte de unas reglas que todas las compañías y países deben de seguir, son impuestas por las propias compañías, que implantan sus protocolos que se van introduciendo según surjan los problemas.
En el reglamento de Aviación Civil Internacional, el art 32, ‘licencias, personal’, dice que todos los miembros de la tripulación estarán provistos de certificados de aptitud para poder desarrollar su trabajo. Certificado de aptitud que no hubiese tenido que tener para volar Lubitz, puesto que desde hacía tiempo había sufrido depresiones, tomaba fármacos, e incluso padecía una pérdida de visión del 30%.
¿Qué falló? no es suficiente el decir que había roto sus partes de baja. Cuando alguien como Lubitz sufre estos trastornos, los compañeros y sus jefes inmediatos intuyen que le ocurre algo que no es correcto; porque en cualquier empresa, cuando tú estás con un compañero durante un tiempo, ves si tiene altos y bajos. Y en este caso, llevaba bastante tiempo y 600 horas de vuelo. Es evidente, que se hubiesen tenido que percatar de sus cambios de humor; por lo tanto, la Compañía fallo estrepitosamente.
Francia, al ser el país en el que ocurrió el accidente, es a quien corresponde hacer toda la investigación y recoger las pruebas para esclarecer el siniestro. El país de donde procede la compañía, en este caso Alemania, puede mandar un equipo de observación, pero deberá de esperar a que el Gobierno Francés le remita el informe final. Así es como está reglamentado en uno de los artículos de las normas de Aviación Civil Internacional. Lógicamente, no se descarta ninguna ayuda ni colaboración de otros países. El Gobierno Francés actuó rápidamente sobre el área del accidente, a pesar de que era una zona de difícil accesibilidad, excepto en helicóptero y con los especialistas con arneses para llegar a ciertos sitios. Los tres países implicados en este accidente, por el origen de los pasajeros, son: España y Alemania, más un pequeños porcentaje de otras nacionalidades.
Las familias fueron concentradas, en el caso de España, en un hotel donde recibieron ayuda psicológica; así como en Francia, para aquellos familiares que quisieron ir a la zona más cercana del accidente. Es difícil y complicado para los familiares, porque puedes estar un momento sereno, pero como el del señor que perdió a su ex mujer, a su hija y a su nieta, les daba igual que hubiese sido un accidente en vez de un atentado; la cuestión es que había perdido a las tres. Jamás estos familiares volverán a ser los mismos, porque en su cerebro se han instalado muchas preguntas, algunas de ellas sin respuesta, que les acompañarán toda la vida, aunque con el paso del tiempo se suavice algo.
Pero estoy completamente seguro, por experiencias propias, que aún sin ser un asesinato colectivo, los 4 o 5 largos minutos en los que el pasaje se daría cuenta de lo que iba a pasar, es un descenso de 5.000 metros, demasiada angustia. En el ave de Galicia fue una curva, y quien se mató fue en el acto; los heridos sufrieron como en cualquier accidente, pero al menos viven; y aquí fallaron los frenos automáticos que podían haber frenado el tren y que no estaban. En este caso el maquinista no ‘tenía previsto’ el accidente, pero en su mente seguirá pesándole de por vida la muerte de aquellos que se fueron.
El impacto fue tan brutal, que el avión quedó hecho añicos. El trozo más grande mide un metro. Por lo tanto, ¿un cuerpo humano cómo queda? ¿Será posible analizar el ADN para devolver los restos y saber a quién corresponden?... y cuando se encuentre un trozo de Lubitz ¿será posible poder averiguar si se había tomado algún fármaco o no?
Y yo me pregunto, como lo hizo el Sr de Galicia, ¿y qué más da? Lo que tiene que hacer Alemania y todas las compañías, es activar todas las alarmas con sus empleados; que cualquier médico, privado o no, cuando realiza una visita a un paciente cuyo trabajo lleve una responsabilidad vital, debería de remitir un informe a la compañía; y al paciente que mienta en su trabajo y al médico, pena de cárcel cuando se le pille. No es tan difícil mandar un correo si con eso evitamos que un descerebrado actué de la forma que actuó; eso si no fue captado por un grupo terrorista haciéndole un lavado de cerebro, creando una bomba viviente.
De cualquier forma, es imposible clasificar todos los restos humanos para garantizar a cada familia la entrega de sus familiares. ¿Cuantos restos se quedarán en esas montañas?, e incluso, pertenencias personales. Se recogerá lo que se pueda y no hay más porque es imposible. Para evitar tal ansiedad, fríamente los especialistas psicólogos tendrían que haber explicado la realidad. Y todos los restos humanos, incinerarlos y entregar una porción a cada familia sabiendo que alguna partícula pueda estar en ese polvo; que puedan lanzar las cenizas al viento o enterrarlas bajo una planta, lo demás todo es una suposición. Y todos los objetos personales que se puedan recuperar, exponerlos para que cada familiar que pueda reconocer alguna pertenencia pueda recuperarla como algo sentimental y personal, ya que el valor no tiene importancia.
En cuanto a todas aquellas personas que, a través de twitter mandaron mensajes en los que decían: “no hay que preocuparse, los apellidos de los pasajeros españoles son catalanes o vascos”. La policía debería de detenerlos, encerrarlos, porque sean de la comunidad que sean, de un país diferente al tuyo como otros pasajeros, no tienes derecho a mofarte de una catástrofe. Ustedes, que mandaron esos mensajes, deberían de estar fuera de este mundo porque no son personas, son peor que los animales; porque incluso los animales salvajes tienen sentimientos, ojala sean capaces de mandar twitters pidiendo perdón. Y tanto los gobiernos, y sobre todo el Alemán, que presume de ser tan perfecto, pongan remedio a estos fallos. Alemania, como reconocen los propios alemanes, no son más perfectos que el resto.
Descansen en paz allí donde estén sus espíritus.
En el momento de mandar esta opinión, oigo en televisión que la Compañía reconoce que dicho individuo sufría o había sufrido estados depresivos; por lo tanto, la Compañía alemana falló en lo primordial; y aparte de tener la poca sensibilidad de decir al día siguiente del asesinato, que pagaría 50.0000 euros a cada familia, esa compañía, si Alemania es tan perfecta imponiendo medidas a todos, que empiece consigo misma: primero, cerrar la compañía, meter en la cárcel a sus responsables; y cuando otra empresa se haga cargo de esos aviones líneas y trabajadores, comenzar de nuevo con medidas drásticas. Alemania no puede seguir imponiendo su perfección a los demás, teniendo cagadas como la del pepino, que afectó a España; si escuchas a los transportistas internacionales, las centrales donde se reciben los alimentos en Alemania, no tienen nada que ver a cómo se trabaja en España; las cadenas de frio se las pasan por el forro, así como muchas cosas más. Alemania es responsable de este accidente, con lo cual tiene que indemnizar a los familiares de la misma manera que paga a los ciudadanos de otros países maltratados por los nazis.