Jorge Fuentes. Embajador de España.
La Unión Europea es una de las empresas diplomáticas más importantes de los últimos cien años. La Carta de Naciones Unidas firmada en 1945 pocos meses después de finalizada la Segunda Guerra Mundial; la OTAN, fundada en 1949 y el Acta Final de Helsinki (1975) constitutiva de la CSCE, hoy Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, se cuentan entre las otras grandes iniciativas por las que se rige hoy el mundo occidental.
Gracias a la UE, Europa encontró un enfoque común que le permitió orientarse económica y políticamente, llegando a constituirse como el bloque más potente del mundo, proporcionando a muchos de sus 27 miembros un nivel de prosperidad con el que jamás hubieran podido soñar.
Es difícil imaginar cómo se encontrarían hoy los 27 países que conforman la UE de no haber existido la Unión. Quizá los mas poderosos de ellos habrían conseguido prosperar individualmente pero no cabe duda que tanto los más ricos como los menos desarrollados hemos obtenido gran beneficio de la Unión.
Sin olvidar que, aparte de la reciente auto-exclusión del Reino Unido, hay todavía 22 países en el continente fuera del club ya sea por su propia decisión -Noruega, Suiza e Islandia-, o por no cumplir los requisitos indispensables para su integración, como son cinco países de los Balcanes Occidentales, tres de Europa Oriental, tres Transcaucasicos y cuatro microestados. Rusia, Turquía, Kosovo y la Santa Sede son casos muy especiales.
Desde que los seis socios fundadores firmaron el Tratado de Roma en 1957, la Unión Europea no ha hecho sino crecer en número y en profundidad, progresión que ha venido acompañada de repetidas crisis que afortunadamente lo eran siempre de crecimiento y reforzamiento.
Las dificultades económicas aparecidas a principios del siglo XXI y la decisión unilateral del Reino Unido de abandonar la UE, acompañado,de otras circunstancias tales como el crecimiento de la superpotencia china, la búsqueda del resurgir de Rusia, la política aislacionista de los EEUU durante la era Trump, el terrorismo islámico y las oleadas migratorias han incidido de forma disruptiva sobre la UE.
La especial repercusión del coronavirus sobre Europa ha complicado de forma dramática el escenario. No hay que olvidar que si el objetivo del virus brotado desde Wuhan era reforzar a la potencia asiática debilitando al mundo occidental, tal misión habría vencido claramente ya que mientras China ha entrado en la normal prosperidad, entre los EEUU y la UE -una décima parte de la población mundial- suman casi la mitad de todas las víctimas de la pandemia con las consecuencias económicas que ello conlleva.
Como consecuencia de los problemas apuntados, la UE se encuentra en una situación de especial confusión. Por ejemplo, en Europa se habla mas del Reino Unido que cuando éste formaba parte del club y ello es particularmente cierto en el caso de España quizá debido a nuestro "turiscentrismo" y quizá también debido a Gibraltar.
Lo cierto es que el primer reto que la UE tuvo que enfrentar con Londres tras el Brexit, fue en torno a la pandemia y a la vacunación. Mientras que entre los 27 estamos sumidos en una gran confusión para la compra y la distribución de las vacunas, en el RU se centraron en la vacunación masiva que están alcanzado con gran rapidez y con resultados muy positivos.
A día de hoy a la vez que Londres ha conseguido la inmunidad de rebaño gracias a la inoculación de la vacuna Astrazeneca (antes conocida como Oxford) en Europa nos perdemos en disquisiciones sobre si son mayores sus ventajas o sus inconvenientes y empezamos a dejarnos tentar por los remedios procedentes de Rusia.
Es necesario salir cuanto antes de estos regates sanitarios que están desacreditando grandemente a la Unión. Es urgente reconstruir, con la nueva administración estadounidense, la alianza transatlántica que durante más de medio siglo tantos beneficios proporcionó a ambas partes. La Unión Europea sigue siendo hoy tan necesaria como lo fue hace 65 años.