Jorge Fuentes. Embajador de España.
Creíamos que tras superar el proceloso 2020 todo iba a ser un camino de rosas pero, para España, 2021 no ha podido empezar peor: Filomena esta siendo la tormenta de nieve y hielo más fuerte en un siglo. Aprovechando la gélida coyuntura, el Gobierno ha tenido la infeliz idea de subir las tarifas de electricidad y gas en un 27 y 22% respectivamente ¡Qué insignificante queda la subida de Rajoy del 8% tan virulentamente denostada por la oposición de entonces!
En los Estados Unidos el cambio de Gobierno se "celebró" con el vergonzante asalto al Capitolio estimulado por el Presidente saliente y quizá facilitado por el entrante que se beneficiaba con el descrédito de su opositor. Hay que tener en cuenta que en esa fortaleza que es el edificio del Congreso, no entra nadie a menos que las fuerzas del orden lo permitan. Y lo quieran.
Y por encima de todo ello, la segunda ola de la pandemia, que parecía iba a chocar con la barrera inexpugnable del Año Nuevo, la ha cruzado reforzada en forma de tercera ola que da las cifras más abultadas desde el comienzo del virus hace ya un año.
Nos ha pillado de improviso porque a estas horas contábamos con que la campaña de vacunación estaría funcionando a toda velocidad y ello frenaría en seco al Covid. Sin embargo, de haber seguido el ritmo lentísimo de los primeros diez días del mes de enero, habríamos necesitado trece largos años para vacunar a toda nuestra población.
Tras haber sido el país que peor reaccionó ante la llegada de la primera y segunda olas, el que peores consecuencias sufrió, el que más víctimas conoció por millón de habitantes, el que ha sufrido las más terribles caídas de déficit y deuda, de paro y empobrecimiento, ahora vamos a ser también coleros en la distribución de las vacunas.
Las excusas son infantiles: la nevada no permitió la distribución, la vacuna Pfizer exige una conservación a temperaturas bajísimas (-80 grados) que dificultan su manipulación. Tales excusas deben desaparecer ahora que los hielos amainan y que llegan nuevas vacunas, Moderna y Oxford, más fáciles de manipular.
En el trasfondo de esta lentitud subyace un debate soterrado entre los negacionistas por un lado, es decir aquellos que piensan que pandemias las ha habido siempre pero que el Covid-19 está siendo utilizado para confinar a la población y poder manipularla mejor. Y de otro lado, sin negar las dudosas intenciones del gobierno, la inmensa mayoría de la sociedad, que ha sufrido en sus propias carnes o las de sus próximos familiares las consecuencias de la enfermedad, y que se ha tomado el virus muy en serio.
Algo parecido ocurre con la vacuna. Tanto en los medios como en las redes abundan las declaraciones de "grandes científicos de reconocido prestigio" que nos propinan mil teorías contradictorias sobre el coronavirus y también sobre las bondades y riesgos de la vacuna.
Hemos oído pestes sobre la vacuna: que si dejara imposibilitada de por vida al 2'6% de la población vacunada (unos 15 millones a nivel mundial); que si la vacuna modificará el genoma humano con las gravísimas consecuencias clínicas que ello conllevará; que es una nueva forma de control de la población ya que, en todo caso, dejaría sin derechos (a viajar, a la enseñanza, a trabajar, a acceder a lugares públicos) a aquellos que rechazarán vacunarse.
El túnel de los horrores sería interminable. Lo cierto es que el proceso de vacunación, aunque lentamente, ha comenzado y por el momento no ha tenido consecuencias negativas. Con la llegada de nuevas marcas pronto habrá para todo el mundo siendo lo más razonable que nos dejemos de elucubraciones y nos pongamos en cola para recibir el pinchazo. Nos jugamos mucho.