Jorge Fuentes. Embajador de España.
Es perfectamente lícito pensar que partido republicano de los Estados Unidos ha sido superior al partido demócrata, a lo largo de la historia, a la hora de cumplir los ideales de aquel país. Como también lo es pensar justo lo contrario.
Y también lo es creer que Donald Trump, pese a ser un presidente atípico, accedió legítimamente a la presidencia, contra viento y marea, superando una campaña mediática adversa, defendiendo las aspiraciones de un amplio sector de votantes que veía en su proyecto de recuperación económica la posible satisfacción de sus aspiraciones.
Parecía más probable la repetición de su mandato en este año que lo fue el acceso al poder hace cuatro años. La reciente campaña estuvo muy reñida y el resultado prueba que hubo casi un empate técnico. Solo una movilización de votantes superior a la muy escasa habitual pudo dar la victoria al candidato demócrata sin excluir irregularidades en el recuento de votos que los Tribunales dieron por no suficientemente relevantes.
Hasta ahí todo entra en el terreno de la normalidad muy mejorable en el sistema electoral de la más iconica democracia del mundo. Lo que no es aceptable es el empecinamiento y el obstruccionismo de que está haciendo gala el Presidente saliente, convencido de su posesión del poder, que habría adquirido como se adquiere un rancho y del que ha sido desposeído ilegítimamente.
La llamada a la insubordinación a sus votantes efectuado en el día de ayer en que el Congreso debía votar el acceso a la Presidencia del candidato demócrata demuestra los peligros del populismo, saltándose las reglas de la democracia y los pasos marcados por las instituciones.
El espectáculo ofrecido ayer por los Estados Unidos, con el asalto al Capitolio por cientos de insurrectos, quedará en la memoria colectiva como una de las páginas menos decorosas de la política de aquel gran país. Cuatro muertos, decenas de heridos y el desprestigio que conlleva, es el resultado provisional de la jornada.
Confiemos que la normalidad vuelva pronto a Washington DC y a toda la federación. Y que el partido Republicano logre recuperarse de la fea imagen que ha dejado a la hora del relevo. Será difícil que Donald Trump consiga recuperar su propia imagen para el mundo de la política al que pensaba volver en cuatro años. El espacio empresarial es muy amplio y en el seguirá moviéndose sin duda con mayor soltura.
No faltará quienes insistan en presentar el vergonzoso cuadro de ayer como típico de los partidos conservadores, que se aferran al poder como si fuera su patrimonio y que no duda en movilizar al pueblo para retener el mando.
De hecho, en otras latitudes -en nuestras latitudes- lo contrario suele ser hoy más frecuente. Aquí la calle parece ser propiedad de la izquierda que se ha especializado en movilizarla para rodear u ocupar las instituciones cuando el voto les es adverso. Y sin embargo es esta izquierda la que se está mostrando más crítica con la movilización de ayer en la capital de los EE.UU.
Quedan dos semanas antes de que el 20 de enero, José Biden acceda a la Casa Blanca. Esperemos que en esos días se calmen los ánimos, que el presidente saliente desaloje su residencia sin mayores melodramas y que los EE.UU. recupere la sólida posición internacional que ha venido desempeñando en el último siglo.