Jorge Fuentes. Embajador de España.
Hace cuatro años, Donald Trump inauguraba triunfalmente su mandato tras haber derrotado contra el viento y la marea de los medios informativos y las redes, a su rival, Hillary Clinton.
Los cuatro años de Trump han mostrado al mundo una presidencia de los Estados Unidos atípica, encabezada por un líder que ni era demócrata ni tampoco típicamente republicano. Era un líder independiente que se apoyó en el voto parcialmente conservador y también en el ese 50% de ciudadanos que en los EEUU habitualmente se abstienen o no participan en las elecciones y que sin embargo se acercaron a Trump atraídos por su discurso novedoso y políticamente incorrecto.
El programa político de Trump basado en su lema ‘América first’ se nutría de decisiones tan discutibles como las siguientes:
-El cierre de fronteras para inmigrantes ilegales, con la continuación de la construcción del muro con Méjico comenzado por Clinton.
-El debilitamiento del papel habitual del país como gendarme mundial, reduciendo su presencia en la OTAN y en otras alianzas en Extremo Oriente y en el Pacífico.
-El enfrentamiento con la Unión Europea puesto de manifiesto en la defensa del Brexit e incluso del estímulo del Frexit.
-La guerra arancelaria con los Países de la UE, China y Méjico, con el aumento de un 35% de los impuestos.
-El claro enfrentamiento con su rival mundial, China, y el acercamiento a la Rusia de Putin.
-Y por último, el choque contra el Cambio Climático que veía como incompatible con su programa de relanzamiento industrial.
Es más que probable que con semejante programa, muy poco atractivo para la sociedad internacional pero que aupó la economía de los EEUU, reduciendo el paro a casi cero, Trump hubiera sido reelegido para un segundo mandato de no ser por un obstáculo inesperado, el Coronavirus, al que hizo frente de forma torpe, lo que ha llevado al país a sumar casi el 25% de los fallecimientos del mundo, cuando su población apenas alcanza el 5% de la mundial.
Ser un Presidente de los EEUU de un solo mandato no es ningún desdoro. Algunos muy dignos lo han sido y en su país y en el mundo se les guarda una entrañable memoria. Trump aceptó mal su derrota, la envolvió en una niebla de dudas electorales -no totalmente infundadas- y de revueltas partidistas que le han hecho salir de la Casa Blanca en medio de un segundo impeachment que dificultará un eventual intento de regresar a la vida política.
En ese escenario aparece el 46 Presidente de los EEUU, Joe Biden, 77 años, el más anciano que accede al puesto, con una experiencia política de medio siglo como Senador y Vicepresidente, con un prestigio personal nada extraordinario y con un panorama por delante poco fácil.
La tentación de corregir cuanto hizo su predecesor sería errónea y es muy probable que intente continuar el proteccionismo económico que tanto benefició al país. Confiemos que también mantenga el pacifismo de Trump que evitó entrar en conflicto alguno durante sus cuatro años, procurando pacificar la situación con Corea del Norte y en Oriente Medio.
Está por ver como moderará la guerra arancelaria, si refuerza su relación con la UE, con los aliados Atlánticos y Pacíficos y cómo enfoca el bipolarismo con China a quien Trump exigió explicaciones por el brote inicial del Covid-19.
Dada su edad, suele considerarse a Biden como un hipotético ‘one timer’ con lo que en cuatro años daría el relevo a Kamala Harris, que pasaría a ser la primera mujer Presidente. No hay que darlo por hecho. Quizá la vida en la Casa Blanca, bien organizada por un inquilino que no tiene fama de estajanovista, revitalizará su salud y le dará aire para dos mandatos enteros. Los 90 de hoy son los 70 de antaño.
Por el momento el Coronavirus tiene la palabra. Si lo domina, tiene un futuro luminoso. Si no consigue frenar la pandemia, todo se le va a poner muy difícil.