Jorge Fuentes. Embajador de España.
Las noticias se suceden con tal celeridad que uno ya no sabe con cuál de ellas quedarse. Los medios informativos se hubieran regodeado con la histórica visita de Obama a Cuba, la primera que hacía un presidente estadounidense a la isla vecina en casi un siglo. Pero por desgracia Bruselas le robó la portada a La Habana.
¿Qué decir que no hayamos subrayado varias veces sobre los odiosos actos terroristas? 34 víctimas mortales y más de 200 heridos contando los dos atentados del aeropuerto de Zaventem y la estación del metro de Maelbeek contigua a la place Schuman, centro de las instituciones europeas.
Las cifras no son tan elevadas como en el reciente atentado de Paris (130 víctimas) ni las del 11-M en Madrid (194 muertos) y ni mucho menos comparable con el 11-S de Nueva York y Washington (3000 muertes). Y sin embargo los luctuosos sucesos de Bruselas están teniendo una repercusión extraordinaria. ¿Por qué ello es así?
Bruselas no estaba llamada a ser una capital de primera fila. Por sus dimensiones hubiera debido ser una ciudad de la envergadura de La Haya, Lisboa o Copenhague; capitales medianas, con una población de alrededor de un millón de habitantes. Por supuesto nada que ver con París, Londres, Madrid, Berlín o Roma. Pero he ahí que al elegir una ciudad en la que debieran asentarse las instituciones europeas, se rehuyeron aquellas grandes capitales que rivalizaban entre sí por convertirse en el corazón de Europa y que las Instituciones hubieran convertido a la ciudad escogida como sede, en ‘primus inter pares’.
Por eso se escogió una localidad de dimensiones medianas, colocada en el epicentro de la Europa a seis -si se exceptúa a Italia que quedaba un poco a desmano- y de esta forma poco a poco Bruselas, con las dimensiones de Marsella o Valencia, se convirtió en el centro de Europa de modo que cuanto ocurriera en aquella ciudad y en aquel país cobraba un eco especial ya que por añadidura
, la Alianza Atlántica, asentada inicialmente en París, se trasladó también a la capital belga como consecuencia de la decisión de Gaulle de abandonar el aparato militar otanica.
Pero ni Bélgica, ni Bruselas poseen la suficiente apoyatura militar, policial, de inteligencia ni de seguridad necesaria para proteger con soltura cuanto ocurriera en aquel reducido espacio en que iba a concentrarse el mayor número de embajadas del mundo alrededor de la casi totalidad de las instituciones europeas y transatlánticas (el Consejo Europeo, la Comisión, el Parlamento, la OTAN) y el lugar al que acudían constantemente los Reyes, los Presidentes, los Primeros Ministros, los Ministros y un larguísimo etcétera, procedentes del mundo entero.
Todo lo que importa en Europa ocurre en Bruselas. Eso lo saben también los terroristas de ahí que un atentado de este tipo fuera casi inevitable y las autoridades belgas así venían anunciándolo. Por añadidura, la población de inmigrantes es elevada, su integración frágil y se han formado en su territorio reductos, como el tristemente famoso Molenbeek, verdadero nido de inadaptados, segunda o tercera generación de inmigrantes musulmanes con una gran furia en el alma y que desde ese cobijo belga han golpeado en París y ahora lo han hecho en Bruselas produciendo muertos y heridos de 40 nacionalidades.
No voy a insistir aquí en la sinrazón del terrorismo y en el hecho de que precisamente en Bélgica viven muchos otros inmigrantes, por ejemplo procedentes del antiguo Congo Belga, que presentan hacia el país de acogida una actitud bien distinta a la que muestra la minoría musulmana. No todos los islamistas son, por supuesto, violentos. Pero da la casualidad que casi todos los violentos, son islamistas. No debemos ser buenistas y políticamente correctos e ignorar ese hecho.
A lo largo de mi carrera he visitado Bruselas cientos de veces y he sido durante cuatro años Embajador en aquella encantadora ciudad. Mi hijo y su mujer, ambos diplomáticos, están allí destinados y viven con especial preocupación cuanto allí ocurre. Estoy convencido, por la pluralidad de Europeos que allí trabajan, por la esencia de los asuntos que allí se despachan, por las manifestaciones de todos los pueblos y sectores del continente que allí se organizan que Bruselas no es solo la capital de Bélgica sino que lo es de toda Europa y a todos los europeos nos corresponde garantizar que nuestra capital funcione bien y sea una ciudad plácida, eficaz y segura.