Jorge Fuentes. Embajador de España.
La celebración de debates entre los candidatos a las próximas elecciones no es un acto gracioso que nos regalen los políticos; al contrario, es un derecho de los ciudadanos para recibir el máximo de información, en particular en países como España en que por falta de curiosidad o de cultura, existe todavía un 40% de indecisos sobre el sentido de su voto.
Este año estuvimos a punto de no tener debates y ello debido a la aversión del Presidente Sánchez hacia ese ejercicio que, vistas las cifras suministradas por las encuestas, no podía mas que darle disgustos y reducir el número de sus votantes.
Y sin embargo, al final vamos a hartarnos de debates de distintos niveles y pese al gran despliegue publicitario que cada uno conoció por parte de las correspondientes cadenas, no es probable que hayan conseguido movilizar a los dudosos, ni modificar el sentido del voto del electorado. Es decir que, en el fondo, esos debates/tertulia pasaron a ser un espectáculo antes que un instrumento político que podría ser decisivo a la hora de marcar el resultado de las elecciones.
Para una persona que esté medianamente interesada en el devenir político y que conozca discretamente los programas de los candidatos, los debates no le aportarán gran cosa. Y si las estimaciones no fallan, el 60% de la población española se encuentra en esa situación. El 40% restante que dice no saber si votarán o a quién votarán, en rigor -perdonen ustedes la boutade- debían ser borrados del censo electoral pues su voto no puede ser más que errático y producto del azar, del humor en que se encuentra en la jornada electoral.
Para ese grupo, ni la precampaña, ni la campaña, ni las encuestas, ni los debates, ni los meetings, ni los carteles callejeros, nada le vale para formar su criterio.
Por cierto, los carteles callejeros son una autentica escabechina. Como no se coloquen fuera del alcance del animal racional, van a acabar destrozados, pintarrajeados, arrancados. En la entrada de nuestra urbanización, colocaron varios paneles que durante días solo fueron ilustrados con un pobre cartel del partido comunista. Luego llegó el del PP que casi inmediatamente se vio cubierto por otro de mayor tamaño de Ciudadanos. Ya en vísperas electorales, todos han sido arrancados excepto uno nuevo del PP y otro de Vox.
Volviendo a los debates. Nada nuevo respecto a los programas de cada partido sobre empleo, pensiones, impuestos, vivienda, aborto, eutanasia, migraciones, educación, violencia machista, sanidad, corrupción, separatismo o pactos.
Lo que a muchos nos quedará en la memoria de estos dos espectáculos de los días 22 y 23 será, probablemente lo siguiente:
-El disfraz de Caperucita Roja con que apareció Pablo Iglesias.
-El tic nervioso de Sanchez repitiendo "Mentira, mentira" tras cada acusación de sus rivales de la derecha.
-El sermón censurado pronunciado por Ábalos al final del primer debate.
-La proliferación de carteles, fotos, estadísticas, libros y demás objetos, utilizados por Rivera en sus efectivas intervenciones del primer debate y en las histrionícas del segundo.
-El tono de opositor bien preparado mantenido por Casado.
-Las preguntas sin respuesta sobre los pactos del PSOE y los indultos a los políticos presos.
-El sectarismo de la "moderadora" Ana Pastor favoreciendo a los candidatos de izquierda en detrimento de los de derecha.
-Los ataques furibundos de Rivera a su probable aliado, Casado, buscando con ello liderar el bloque conservador.
-El escamoteo en todo momento de la Política Exterior y Europea y la semi-ocultación del problema catalán.
-Y, por último, la obsesión de Sánchez por meter en escena al gran ausente, Vox.
Buenas noches y buena suerte