Jorge Fuentes. Embajador de España.
El debate del Estado de la Nación celebrado esta semana es un ejemplo claro de lo que vengo anunciando como el fin de un ciclo. Se trata del último debate que tiene lugar en esta legislatura, probablemente el último que enfrente a los actuales líderes de partido –esencialmente a los dos principales- sin duda el último que deja fuera del hemiciclo a las fuerzas emergentes y en ese sentido, el último dominado por dos grandes partidos, con una pléyade de pequeñas formaciones que tienen poco más que el derecho al pataleo.
Pienso que ello no significa, por sí solo, que el bipartidismo se ha acabado. Creo que durante una temporada va a tener que purgar sus errores e inconsistencias –la corrupción, sus debilidades respecto a las autonomías que ha llevado a un centrifuguismo territorial, su indecisión en el campo económico que ha producido el empobrecimiento de un tercio de la población-. Sin duda el año próximo vamos a ver un parlamento muy diferente al actual. En él tendrán asiento y probablemente muy nutrido, ‘Ciudadanos’ y ‘Podemos’ y acaso alguna otra formación nueva. Su ingreso en las Cortes se hará a costa del encogimiento de los dos grandes partidos PP y PSOE pero quizá también de la salida del hemiciclo de otros pequeños partidos que no logren rebasar el umbral mínimo requerido.
En la mayor parte de los países de nuestro entorno, el bipartidismo ha probado su fecundidad. Frente a sus muchas ventajas, en el caso español ha evidenciado algunos graves errores siendo el principal su tendencia al compadreo por aquello del “hoy por ti y mañana por mí” que ha probado ser letal en terreno judicial y en corrupción.
En política, como en la vida misma nada es eterno y lo que ocurra en estos años convulsos no tiene por qué mantenerse una vez, tras la crisis, vuelva la estabilidad. Sin embargo no debemos engañarnos. Crisis las ha habido y las seguirá habiendo siempre. En la Unión Europea se calcula que aparecen cada decenio y en cada país, más o menos igual. Algunas son de mayor envergadura y la actual no es de las menores.
En España hay un defecto que no es coyuntural sino estructural y es el alto porcentaje de desempleo. Si un partido es capaz de dar la vuelta y corregir ese gran error –hasta ahora quien ha estado más cerca de conseguirlo ha sido el PP- se llevará el gato al agua.
Se acercan nuevos tiempos. Veremos nuevas caras y nuevos estilos en el parlamento. Hay que acostumbrarse a ellos. El tono que se respiró en el debate de días atrás es un preludio de lo que llega. Rajoy hizo una presentación convincente aunque, como es lógico, autocomplaciente y triunfalista. Toda la oposición tuvo que ser dura ya que ahí estaban las fuerzas extraparlamentarias para forzar que así fuera. Hubo una escalada de insultos dirigidos al Presidente que fue tildado de mentiroso, falso, sinvergüenza, ladrón, capo, incluso terrorista. Nada que no se oiga en los más clásicos parlamentos mundiales. Sánchez sufrió por todos la iracunda respuesta del presidente. Patético y no vuelva por aquí con las manos vacías.
Ya veremos quién vuelve y si conseguimos hacer de España un lugar menos tenso y crispado. Menos patético.