Jorge Fuentes. Embajador de España.
Saludo a los lectores desde Malta donde aseguraré por cuenta de la OSCE que las elecciones que tendrán lugar el próximo sábado 3 de Junio se desarrollan conforme a la norma.
Esto de viajar instruye mucho, no solo respecto a las costumbres de los lugares visitados sino también, y por contraste, respecto al propio país.
Malta es un pequeño Estado con media docena de islas solo tres de las cuales están pobladas por un total de 400.000 habitantes -dos tercios de los que posee la provincia de Castellón-. La capital maltesa, la preciosísima Valletta se está convirtiendo en una ciudad fantasma con tan solo 5000 personas censadas. En verano el país triplica su población debido al turismo, principal fuente de riqueza de Malta.
En los últimos años, Malta registra un crecimiento económico de entre 4 y 5% anual lo que permite tener unos índices de paro envidiables (4%) y una actividad inmobiliaria y de servicios frenética.
Esta sería en breve la tarjeta de presentación de este pequeño y hermoso pueblo. A ello solo habría que añadir un record de corrupción imbatible. Ríanse ustedes de lo que ocurre en España. Los escándalos en Malta, fundados o no, se extienden desde la percepción de altas comisiones por parte de la Compañía Nacional de Petróleos en la compra de crudos y de gas, la venta de la nacionalidad maltesa a ciudadanos extra comunitarios, la implicación de Ministros y políticos próximos al Primer Ministro en los papeles de Panamá con el agravante de que aquí no ha habido dimisiones, la existencia de 70.000 compañías offshore en el país, lo que convierte a Malta en un paraíso fiscal al estilo de Gibraltar etc.
Está visto que los milagros no existen. Si un país crece aceleradamente, si conoce un ritmo de enriquecimiento sorprendente, si sube la oferta de empleo, si lo hace también la rpc, la construcción y el bienestar, es difícilmente evitable que brote la corrupción.
En el otro extremo, ¿Sería preferible un país empobrecido, con alto desempleo, con elevado déficit y deuda externa, sin perspectivas de futuro pero con una gran honestidad y pureza administrativa y política?
La situación óptima sería una combinación de ambos extremos, es decir, prosperidad, bienestar y corrupción cero. La realidad muestra que éste es un coctel difícil de unir.
En España pocos habrán oído hablar de GRECO. No me refiero al famoso pintor Domenikos Theotokopoulos, sino a una institución del Consejo se Europa ‘Grupo de Estados contra la Corrupción’, creada en 1999 y que reúne a 48 países europeos (incluido España) y a los Estados Unidos.
El objetivo de GRECO es reprimir la corrupción, impulsar las reformas legislativas y lograr un buen funcionamiento del poder judicial, principalmente de los jueces y fiscales.
Recientemente GRECO ha formulado 11 recomendaciones a España para lograr que nuestro país se acerque a una mejora en sus instituciones, incluida la correcta financiación de los partidos políticos y de las campañas electorales. La respuesta de parte de España no fue satisfactoria. Seis de las once recomendaciones no se aplicaron en absoluto y las cinco restantes solo se implementaron parcialmente.
Los 49 países firmantes de GRECO podrían enmarcarse en tres grupos: los que tienen una buena legislación y la aplican correctamente; los que poseen buena o mediana legislación pero no la aplican y los que tienen un sonoro suspenso en legislación e implementación.
No vamos a colocar a España en el tercer grupo, pero tampoco en el primero. Por ejemplo, la despolitización del Consejo General del Poder Judicial es uno de los requerimientos de GRECO que no cumplimos.
La corrupción debe ser intolerable, inaceptable. Su desaparición, un imperativo categórico con el que no caben componendas. En estos días en España, el PP está viéndose acosado a tope y bien es cierto que el partido gubernamental ostenta el dudoso palmarés de tener el mayor número de políticos investigados (660), frente al PSOE (640). En cifras crematísticas el PSOE y el ex CiU, superan con mucho al PP (3500 millones de euros cada uno versus 650 millones del PP).
Pero la corrupción no solo se produce con la percepción de comisiones que van a parar a las arcas del partido o al bolsillo del político de turno, sino también -aunque se le llame de otras formas- por la pérdida ocasionada al Estado como consecuencia de una pésima gestión. Las malas inversiones, las absurdas decisiones macro y microeconómicas llevan al país a la ruina no ya con la pérdida de unos cientos o miles de millones sino de decenas o cientos de miles de millones, la depauperación del país y la desaparición de millones de puestos de trabajo.