Jorge Fuentes. Embajador de España.
Permítanme empezar esta columna con unas observaciones heterodoxas sobre la Historia.
1-En términos históricos, una crisis no es algo en sí mismo negativo. Una crisis es simplemente el paso de una realidad a otra que puede ser de naturaleza superior o inferior al escenario ex ante.
2-España, dije ayer, se encuentra en crisis profunda de la que saldrá cambiada. Recurriré a la muy manoseada cita de “El gatopardo” cuando el príncipe de Salina dice “Es necesario que todo cambie para que todo siga igual”. Se trataba en aquella gran novela, de que las nuevas clases trabajadoras que cobrarían voz y fuerza en el escenario socio-político del XIX, no impidieran a los oligarcas seguir conservando sus prerrogativas. Pues bien, si en España se sigue por la vía que apuntaron las elecciones europeas, las nuevas fuerzas emergentes intentarían hacer justo lo contrario: que todo cambie para que NADA siga igual. Ahí estaríamos ante una crisis de veras arriesgada que conduciría a España hacia derroteros peligrosos.
No es mi propósito inquietarles pero si escuchan ustedes con atención las declaraciones de los líderes de “Podemos” o de IU se darán cuenta de que apuntan a metas que, por utópicas, disparatadas y radicales llevarían a España al sumidero de la Historia. De Iglesias y Monedero puedo decirles que conozco muy bien el gremio. Son los típicos profesores ayudantes progres que desde hace décadas pululan por docenas por las Facultades de Ciencias Políticas de toda España. Yo me gradué en la Complutense de Madrid y recuerdo que cada joven profesor ayudante era un líder político en potencia. Pues bien, estos post-modernos de “Podemos” lo han conseguido…por ahora. Y respecto a IU y el PC español, ¿qué decir? Que tiene muy poca gracia haber empleado gran parte de nuestras vidas intentando limpiar el comunismo de media Europa que sacrifico a dos generaciones de europeos, para ver que desaparece de aquellos lares para venir a instalarse en los nuestros.
3-Los siglos históricos no suelen coincidir con los cronológicos. Por ejemplo, el siglo XX fue muy corto ya que comenzó con el estallido de la Gran Guerra (1914-1945) y acabó en 1989 con la disolución de la Unión Soviética, y la caída del Telón de Acero.
Por cierto, no me he confundido con las fechas de la Gran Guerra. Hoy se considera que en el siglo XX no hubo dos guerras mundiales sino solo una y que el período entre 1918 y 1939 fue solo una tregua en que la insatisfecha Alemania se rearmó para reanudar la contienda inacabada.
Siguiendo con esta hipótesis de trabajo, llevaríamos ya 25 años del siglo XXI, un cuarto de su duración. Futuras generaciones estudiarán hasta cuándo dura este centenio y qué circunstancias deciden y marcan su cierre.
Lo que está ocurriendo en España en estos meses bien merecería clausurar un ciclo que a su vez habría comenzado en 1936 y se habría desarrollado en dos etapas: la Franquista y la Juancarlista, la primera cubierta de sombras y la segunda dominada por las luces.
Sin embargo, Juan Carlos I que restauró la democracia en España e integró nuestro país en Europa y en el mundo, cedió el trono en un momento de no pocas convulsiones que afectaron a la propia institución monárquica, a los partidos políticos, a la justicia y a los sindicatos todos ellos debilitados por el cáncer de la corrupción que sumió a España en una gran crisis con unos escandalosos índices de paro y con un grave centrifuguismo territorial.
Dicho lo que antecede acometeré algunas reflexiones sobre cuáles pueden ser los pasos que España podría seguir en los próximos años. Reconozco que las haré no sin rubor por tener la clara impresión de que voy a navegar por terrae cognitae, que voy a descubrir mares mediterráneos al sugerir pistas tan óbvias que resulta sospechoso las propias instituciones afectadas no hayan aplicado algunos o todos los remedios que apuntare la próxima semana.






























