Jorge Fuentes. Embajador de España.
Entre los días 28 y 31 de Julio se celebró en Cracovia la trigésimo primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) el gran evento religioso de nuestro tiempo, ideado por Juan Pablo II en 1984 y reunido cada tres años en diversas capitales de los cinco continentes. Este año, después de Río de Janeiro, Madrid, París, Roma y Toronto, le ha correspondido ser anfitriona a la bella ciudad polaca.
Millones de personas, mayoritariamente jóvenes, se dan cita en cada una de estas jornadas que surgieron precisamente para estimular el acercamiento de las nuevas generaciones a la Iglesia, evitando la desertificación de nuestros templos.
Juan Pablo II tenía el carisma, el atractivo y el poder de convocatoria necesarios para poner en marcha semejante colosal iniciativa que protagonizó hasta su muerte. En esa ocasión Juan Pablo II ya no estaba entre nosotros y fue su sucesor, Benedicto XVI el encargado de organizar el JMJ en Colonia, una de las principales ciudades de su país natal.
Cracovia es la segunda ocasión en que Francisco I conduce el JMJ y justo es decir que lo ha hecho con empeño, gracia y convicción. Bien es cierto que le falta la galanura y el "gancho" que caracterizó a Karol Woytila pero sin duda ha superado a Benedicto XVI que se movía mejor en otros ambientes más intelectuales.
El encuentro de Cracovia ha unido en pocos días tres eventos de distinta naturaleza:
En primer lugar, se trataba de la primera visita oficial que Bergoglio realizaba a la católica Polonia. El país de Juan Pablo II que es venerado de forma absoluta como el polaco más importante de todos los tiempos.
Los polacos son conscientes de que Woytila fue santificado bajo Francisco pero tienen la impresión de que lo hizo porque Benedicto XVI había avanzado el proceso hasta el punto de no retorno. Acaso Francisco quiso diluir ese acontecimiento único uniendo la santificación del papa polaco, con la de Juan XXIII, por quien Francisco tenía una gran admiración.
Consciente de todo ello, Francisco aprovechó el encuentro de Cracovia para enaltecer la figura de Woytila. Sin este segundo aspecto de la JMJ de Cracovia el encuentro no hubiera tenido el éxito que tuvo. O aún más, Polonia hubiera acogido con frialdad a Francisco. La recreación de la vida de Juan Pablo II, incluidos aspectos tan espinosos como la conversación en la cárcel con Ali Agca, entusiasmó al pueblo polaco, a sus autoridades y emocionó a los millones de jóvenes llegados de todo el mundo que siguen considerando a Woytila como un ‘superstar’.
Y ese fue el tercer capítulo de Cracovia. Quizá el número de participantes no llegó a los cinco millones de la JMJ de Filipinas o Brasil pero la presencia de los jóvenes fue impresionante y en los tiempos difíciles que corren, Polonia fue capaz de controlar a la perfección tanto los aspectos logísticos, como los culturales, religiosos y, lo que es más importante, los de seguridad. Un sirio cargado de explosivos fue detenido en vísperas del evento que-para más mérito- se desarrollaba pocos días después de que tuviera lugar en Varsovia la cumbre de la OTAN.
Polonia se ha marcado un tanto, Francisco I otro y Juan Pablo II está más vivo que nunca.