Jorge Fuentes. Embajador de España.
Han pasado casi tres cuartos de siglo desde que acabara la segunda guerra mundial, un conflicto terrible provocado por el nacionalismo enloquecido de una Alemania movilizada por Hitler.
La matanza de seis millones de judíos, eslavos, latinos, gitanos y demás etnias consideradas por los nazis como razas inferiores, ha tenido escasos precedentes en la historia de la humanidad.
El campo de concentración de Auschwitz -Oswiecim en polaco-, localidad situada a 50 kilómetros de Cracovia, ha pasado a convertirse en símbolo de la capacidad asesina del nazismo. En aquel campo de exterminio fueron ejecutados 1.1 millones de personas, en su mayoría judíos y polacos, aparte de víctimas de otras nacionalidades, incluidos españoles.
He conocido a un solo superviviente de Auschwitz. Se trataba del tío carnal y padrino de mi mujer -el diplomático Alos Leja-, quien fue campeón de tenis de Polonia en 1938 y que tras pasar cuatro años en el campo de concentración, había perdido un pulmón y cuarenta kilos de peso.
Cuento todo esto porque, como habrán visto en los medios informativos, la Canciller Merkel, a punto de abandonar la política, ha visitado Auschwitz, ha reconocido el horror de cuanto allí ocurrió y pedido perdón a Polonia y al mundo por los crímenes perpetrados por su país.
Es sorprendente que la Señora Merkel sea la primera Canciller alemana que ha visitado Auschwitz y reclamado perdón en los últimos 74 años. Willi Brandt hizo algo parecido arrodillándose ante el monumento erigido en el centro del 'guetto judío' en Varsovia. Pero hasta ahora ningún líder alemán se había atrevido a poner los pies en el tristemente famoso campo.
Merkel hizo también una importante donación para reforzar el sentido museístico de aquel lugar penoso que los propios polacos desean olvidar existiendo una importante corriente de opinión que abogaría por su demolición.
La ciudad de Oswiecim (40.000 habitantes) es la más activa en favor de la desaparición del campo cuyo triste recuerdo reduce progresivamente su población y su actividad económica. El millón de visitantes anuales al vecino campo -entre los que nos encontramos hace años, mi mujer, y yo- ni se asoman a la vecina población.
Mucho me temo que los esfuerzos polacos por demoler Auschwitz y borrar de la memoria colectiva aquel túnel de los horrores, serán en vano. No solo uno de cada seis turistas que visitan Polonia lo hacen atraídos por el campo y por el Museo Judío de Varsovia, sino que el campo ha creado una unidad móvil que se exhibe en las principales capitales del mundo. Recientemente se presentó en Madrid.
Auschwitz no fue por desgracia el único campo alemán en Polonia. Allí estuvieron también los de Treblinka, Sobibor, Soldau, Stutthof, Plaszow y Varsovia entre otros. Como los hubo también en muchos otros países europeos como Serbia, Croacia, Noruega, Francia, Ucrania, Italia, Bielorrusia, Países Bajos, Letonia y la propia Alemania donde estuvieron los de infausta memoria de Dachau y Buhenwald.
Al menos Polonia ha conseguido que se prohíba y sea penalmente punible la denominación de ‘Campos de concentración polacos’, utilizando en cambio la formula correcta de ‘Campos de concentración o de exterminio alemanes emplazados en Polonia’.