Jorge Fuentes. Embajador de España.
Los atentados del 11-S en Nueva York y Washington, el 11-M de Madrid así como los de Londres, París o Turquía, dentro de su horror, envolvían un cierto nivel de ingeniería bélica. Había, en aquellos ataques, una reflexión, largos preparativos, multitud de personas implicadas con los resultados letales conocidos, pero también con la posibilidad por parte de las autoridades de los países atacados, precisamente por las razones apuntadas, de prever el ataque, anticipar medidas preventivas y evitar el golpe, cosa que hasta ahora, se había logrado en la mayor parte de los casos. Solo gracias a la eficacia de las fuerzas de seguridad, el número de atentados, aun siendo alto, ha sido infinitamente menor que el que hubiera podido ser.
En los últimos días estamos asistiendo a una transformación del terror. La elevación del nivel de prevención policial y militar en muchos países occidentales vuelve difícil para los grupos terroristas efectuar operaciones complejas, de ahí que los estrategas de DAESH y AlQaeda hayan lanzado consignas para utilizar otros medios de agresión como los que recientemente hemos conocido en Niza y en el tren de cercanías en la región de Baviera.
Los nuevos instrumentos de terror no son tan complejos como lo eran el utilizar aviones de pasajeros, colocar bombas en trenes o lanzar comandos contra salas de fiestas, redacciones de revistas, hoteles o museos. Ahora todo se ha vuelto terriblemente más sencillo. Solo hace falta el seso adoctrinado de un suicida, un automóvil, un camión, un hacha, un cuchillo, un bidón de gasolina, una caja de cerillas o cualquiera de los artilugios devastadores que anuncian tranquilamente en internet. Y el terror está servido.
El lugar escogido puede ser un elegante paseo plagado de ciudadanos confiados durante la celebración de la Fiesta Nacional Francesa en Niza, o un tren de cercanías circulando por el sur de Alemania.
Lamentablemente es de prever, que este tipo de terrorismo proliferará por la facilidad de su puesta en práctica y por la escasa o nula infraestructura que conlleva.
No voy a dar ideas ni imaginar lo que puede ocurrir la próxima vez. Francia está siendo, por ahora, el objetivo principal de los ataques y es que la política del Presidente Hollande, intentando ser audaz al redoblar los bombardeos en los núcleos terroristas de Siria e Irak, olvida que allí las operaciones conllevan escasas víctimas militares por parte de los atacantes, pero que el propio territorio nacional francés está plagado de millones de ciudadanos musulmanes algunos de los cuales están dispuestos a seguir los dictados del Corán, asesinar a tantos europeos como sea posible y volar al paraíso donde supuestamente les aguarda la recompensa a su martirio. Olvida también Hollande que la solución a esta guerra no podrá ser solo militar sino que deberá enfrentar aspectos diplomáticos, sociológicos, económicos y sin duda políticos.
Difícil viraje el que ha tomado el terror. Como dice el Premier francés, habrá que acostumbrarse a convivir con él y pensar que la pregunta no es saber si habrá un próximo ataque sino anticipar cuándo y dónde se producirá. No es de sorprender que con semejante derrotista sinceridad, el nivel de aceptación del gobierno de Hollande/Valls esté por los suelos.
La duda está en saber quién les sucederá. Sarkozy, con gran experiencia en el Elyseo y en Interior, es quien mejor podría enfrentar los nuevos tiempos. Marine le Pen y su Frente Nacional, darían un viraje populista de consecuencias imprevisibles ¿Pueden imaginar el mundo que nos aguardaría si se produjera la convergencia cósmica Trump-Le Pen? ¡Mucho mejor que la que Leire Pajin predijo entre Obama y Zapatero!