Jorge Fuentes. Embajador de España.
En los últimos días estamos aprendiendo mucho sobre las interioridades del partido socialista. Al final va a ser verdad que se trata de una formación muy transparente. Avalistas, militantes, votantes, barones, notables, líderes, debates, primarias, doble vuelta, simple vuelta y una larga retahíla de términos, consigue mantener al PSOE en portada.
Y bien que le viene porque últimamente entre el espectáculo permanente de Podemos en las Cortes y fuera de ellas, los alardes estajanovistas de Ciudadanos y los escándalos del PP, apenas quedaba espacio libre para hablar de las cuitas socialistas que traían al partido a mal vivir y lo ponía al borde de la quiebra en especial vistos sus últimos resultados electorales, el mal ejemplo de sus partidos hermanos en Grecia, Francia, Reino Unido, Alemania, etc. y los efectos disruptivos que estaban teniendo sobre sus líderes.
Ayer día 15, Díaz, Sánchez y López, en preparación de las elecciones para elegir Secretario General que tendrán lugar el domingo 21 y buscando superar la evidente crisis del partido, celebraron un debate que si no logró disipar el mal ambiente existente en sus filas, sí logró descubrir rasgos interesantes de los tres candidatos.
Susana Díaz llegó respaldada por todo el ‘establishment’ de su partido: los ex-presidentes, los barones, los notables estaban todos tras ella y la animaron a dar el paso al frente que tanto se resistía a avanzar. Todas las precauciones probaron ser pocas porque fue lanzarse al ruedo y empezar a reforzarse las posibilidades de su rival que parecía renacer de sus cenizas cual ave Fénix.
Efectivamente, las encuestas y los analistas se columpiaron una vez más y he ahí que el ex-Secretario General que era el hazmerreír de muchos por sus rallys a través de España a bordo de su utilitario, empezó a ganar adeptos para su causa, que se tradujeron en un gran número de avalistas, la recaudación de importantes fondos de campaña y unas encuestas que, con frecuencia, le daban como ganador.
Con López apenas se contaba, ya que sus seguidores eran más bien escasos y el vasco quedaba como invitado de piedra emparedado entre sus dos rivales.
Pero el debate trajo algunas sorpresas ya que Díaz apenas fue capaz de salir de un estribillo según el cual votar a un perdedor es un ejercicio que garantizará la derrota del PSOE en su conjunto. De igual forma Sánchez repitió hasta la saciedad el gran error que supuso la abstención de algunos de sus correligionarios que tuvo como consecuencia la entronización de Rajoy en la Moncloa.
Enfrascados en esos dos ritornelos, Díaz y Sánchez fueron incapaces de remontar vuelo como por el contrario sí lo hizo López que en cada uno de los tres bloques del debate -el político, el económico y el interno de partido- supo elevarse sobre sus rivales y aportar ideas de cierto interés sobre un socialismo moderado, alejado de Podemos, federal dentro de una Europa fuerte, beligerante contra el neoliberalismo, buscando transformar el sistema económico y fiscal y también la unificación del partido cosa que el resultado de las elecciones del día 21 no lograría si venciera uno de sus dos rivales.
Y sin embargo es casi seguro que el próximo domingo será Díaz o Sánchez quien vencerá de ahí que la predicción de Lopez se va a convertir en realidad, siendo difícil que cada uno de ellos pueda perdonar y trabajar cómodamente con quienes ostensiblemente apoyaron a su rival.
Esa es acaso la principal contribución del debate de ayer. Esa y la pequeña mentira sobre la que aquel se basó: la impresión de que el enemigo a batir era el PP cuando todos sabemos que, por el momento, el gran rival del PSOE, el que puede hundirlo en las tinieblas no es el PP sino Podemos. Y sin embargo, del populismo no se habló ni una vez en los 90 largos minutos de debate.