Jorge Fuentes. Embajador de España.
España está viviendo tiempos complicados, tiempos políticos a los que no estábamos acostumbrados. Y muchos españoles, casi todos, no sabemos muy bien como digerir tantos sucesos como pasan ante nuestros ojos. No sabemos si todo eso que estamos viendo, oyendo o leyendo es bueno o es malo; si nos da motivos para preocuparnos o para estar ilusionados ante el advenimiento de un tiempo nuevo.
No estamos seguros si ver las dos cámaras de las Cortes, especialmente la Baja, trufadas de nuevas caras, ataviadas de modo informal, con mochilas en lugar de carteras, con Nikes en vez de Sebagos, descorbatados, con rastas y coletas, con mujeres vendiéndonos su maternidad con su churumbel en los brazos, con una banda de música (valenciana, naturalmente) acompañando a Compromis, no sabemos si todo eso es bueno o es malo. Ciertamente refleja mejor lo que es la calle que no solo se nutre de señorones bien trajeados. Sugiero que para que el cuadro este más completo se incluya en el Congreso un sin techo, un presidiario y dos rateros.
Nos sorprende que esos nuevos parlamentarios y algunos de los antiguos hayan elegido con tan solo 130 votos, un nuevo presidente de la cámara baja, perteneciente a un partido que no fue el ganador.
Nos confunde ver que algunas caras que estábamos acostumbrados a ver en un cierto partido, ahora militan en otro. E igualmente que ciertos partidos en los que confiábamos han desaparecido del mapa.
Nos inquieta observar que todos esos señores aún no han sido capaces de formar un gobierno y que, por añadidura, nos llegan noticias de que aunque en las próximas semanas hayan pactado la designación de un nuevo Presidente, éste va a ser más que provisional ya que apenas le dan unos meses de vida pues habrá que celebrar nuevas elecciones.
Si el legislativo y el ejecutivo nos llenan de estupor, el poder judicial no les va a la zaga ya que en Mallorca hay un espectáculo mediático en que el fiscal se ha convertido en defensor, en que el abogado de una infanta podría ser un republicano separatista y el abogado del Estado nos aclara que Hacienda no somos todos.
Nos preocupa finalmente que en Cataluña se acceda al cargo de presidente de la Generalidad de la forma más cutre, más anti-democrática y más anti-constitucional posible.
No debe sorprendernos que semejante panorama favorezca el desaliento antes que el entusiasmo y sin embargo, bien mirado, el nuevo escenario español puede también servir de base para un nuevo amanecer, un nuevo demarraje que resitúe al país ante la nueva realidad que se nos presenta. Una realidad en que, en España como en casi todo el mundo occidental, la política se vuelve variopinta y multicolor.
Un país en que la sociedad muestra su dinamismo al ser capaz de reaccionar frente a lacras tan graves como el paro masivo con las injusticias sociales que conlleva; la corrupción que hasta ahora había sido tratada con benevolencia por parte de la sociedad; el amiguismo que volvía casi nula la confrontación de pareceres y minimizaba el sentido de la alternancia del bipartidismo.
No es que las nuevas formaciones que llegan vayan a ser intachables; de hecho ya han demostrado dotes en el arte del ‘pringue’ pero lo cierto es que en un escenario plural va a resultar más difícil corromperse.
Quizá para los políticos de siempre y para quienes estábamos acostumbrados a su estilo, las nuevas formas requieran un esfuerzo de adaptación mayor. Sin duda la política se vuelve una profesión mucho más difícil y quienes se dedican a ella tendrán que sudar mucho más la camiseta. También para la ciudadanía llegan tiempos de mayor alerta, mejor información y de una puesta al día de nuestro espíritu democrático.
Dicha esta homilía debo cerrarla reiterando que lo de Cataluña no tiene perdón de Dios.