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domingo, 16 de febrero de 2025 | Última actualización: 13:49

Tragedias

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Se suceden en nuestro entorno diversas tragedias que en mayor o menor medida nos afectan y que vienen a mostrar la fragilidad de las instituciones sobre las que nos basamos y en las que confiamos.

El día 19 de Marzo, tres terroristas del Estado Islámico operan un ataque contra una expedición de turistas de distintas partes del mundo que visitaban el museo de El Bardo de Túnez. Murieron 23 personas, incluidos dos de los tres asaltantes. Aunque la mayor parte de las víctimas eran extranjeros, el ataque iba dirigido principalmente contra Túnez, el país que con mayor decisión inició el proceso democratizador durante la primavera árabe y aquel que con gran determinación se ha pronunciado contra la actividad terrorista del Estado Islámico.

Los yihadistas han querido golpear contra el sector más importante de la economía tunecina, el turismo, que genera el 10% del PIB del país. Escogió para ello uno de los museos más visitados del mundo árabe y aquel que posee la mejor colección de mosaicos del mundo. Un lugar que mi familia y yo visitamos repetidamente durante los tres años que vivimos en aquel hermoso país entre 1982 y 1985 en que aun gobernaba el ‘Combatiente Supremo’ Habib Bourguiba, quien logró la independencia tunecina de Francia en 1957 y que mantuvo su dictadura durante los siguientes 30 años. Desde su marcha, el régimen fue evolucionando en un intento democratizador en que a la par que se implantaban ciertos derechos y libertades, crecía la inseguridad acrecentada por la vecindad de un estado fallido –Libia- y por otro régimen autoritario sin fisuras como es Argelia.

El hecho de que entre las víctimas de El Bardo se encontraran varios ciudadanos europeos y dos españoles hizo que aquel acto terrorista tuviera mucha mayor repercusión en el mundo que el ocurrido casi simultáneamente  en dos mezquitas shiíes de Yemen y ello a pesar de que el número de víctimas en este último fue muy superior (142 muertos y 350 heridos). La lejanía de este país y el hecho de tratarse de una confrontación interna del Islam, explica –que no justifica- el escaso eco mundial de este terrible acto que ejemplifica hasta qué punto la existencia de la República Islámica es un problema extremadamente grave a escala mundial. El Primer Ministro francés, Manuel Valls lo manifestó con cruda claridad: “No se trata de dudar de si ocurrirá una nueva agresión terrorista sino de saber dónde y cuándo se producirá”.

El 24 de Marzo amanecimos con la noticia del trágico accidente del avión de Germanwings que cubría el trayecto Barcelona-Dusseldorf, que se estrelló en los Alpes franceses y en que viajaban 150 personas, un tercio de las cuales eran españolas. En un primer momento creímos que se trataba de un fallo técnico ya que la catástrofe no sobrevino ni en el despegue ni en el aterrizaje, los dos momentos más delicados de un vuelo. El análisis de una de las cajas negras lleva a pensar que el drama parece ser obra del propósito suicida del copiloto y con ello la historia sube puntos en la cotización de los medios informativos y hace aumentar el malestar del viajero. Ya no es bastante que nos desplacemos con aviones con un cuarto de siglo de vida, desafiando todas las leyes de la gravedad y de la climatología sino que nos ponemos en manos de un desequilibrado que no debería haber pasado ni un permiso de conducción de un velomotor.

He pensado una vez más lo que me decía mi recordado suegro, el ingeniero aeronáutico polaco, Wiktor Leja, fundador en la postguerra de la compañía aérea de su país, LOT. Decía: “En un 99% de los casos los accidentes aéreos son provocados por un fallo humano”. No quiero ni pensar en qué nivel se encontraría la marca España si el copiloto en vez de haber sido alemán hubiera sido español y si la compañía, no una filial de Lufthansa sino de Iberia.

Y de nuevo, cada vez que se produce un accidente aéreo reaparece la campaña sobre una evidencia: el avión es el medio de transporte más seguro. En el último año, en el mundo ha habido 350 víctimas de accidentes aéreos y 24.000 muertes en carretera contabilizando solo las europeas. Todo es triste y todo es trágico. Es el mundo que hemos construido, en el que nos toca vivir y que debemos esforzarnos sin desmayo por mejorar.

Perdonen el tono lúgubre y, pese a él, Felices Pascuas.