Jorge Fuentes. Embajador de España.
Mañana va a ser un día difícil para España. Pase lo que pase va a quedar de manifiesto, no la separación de Cataluña, sino su ruptura. Toda España no piensa más que en ello y lo hace con preocupación. Pero voy a ser consecuente: respetare el periodo de reflexión ya que por añadidura, me prometí no hablar más de las elecciones autonómicas hasta que pasara el 27/S y así lo haré. Hay, por lo demás, tanto de que hablar, que no quedara por falta de temas.
Casi en primer lugar está el problema de los refugiados. Ante el caos humano -que no humanitario como suele mal decirse- en nuestro entorno, la Unión Europea quiso actuar con un gesto buenista que abriera sus brazos a tantos desesperados que nos venían traumatizados por las guerras, por el terrorismo islámico y por la pobreza.
Ese gesto buenista choco con una realidad europea que Bruselas no acertó a detectar con precisión: la realidad de un club en crisis, con países miembros empobrecidos y con índices de paro o emigración insoportables, saturados algunos de ellos por la llegada previa de oleadas de inmigrantes que complicaron la realidad socio-económica del continente y en algunos casos -como es el de los países de la región central- con una guerra en la vecina Ucrania y con muchos miles de ciudadanos de ese país que huyen aterrorizados aunque lo hagan con mucha menos repercusión mediática que los que llegan del Sur.
En esas condiciones no es de extrañar que los cuatro países de Visegrado (Hungría, Chequia, Eslovaquia y Polonia) así como otros países más meridionales como Croacia, Eslovenia, Serbia, Macedonia y Grecia, se hayan enfrentado con el que consideran "Imperialismo moral" de Bruselas. A fin de cuentas todos ellos están en difícil situación económica y son millones los nacionales de sus países que han tenido que emigrar para ganarse la vida.
Absorber ahora a 160.000 refugiados está resultando difícil y hace rechinar el engranaje de la Unión, especialmente el de Shenguen que dificultaría la movilidad de los propios ciudadanos europeos. Muchísimo mas difícil, por no decir imposible, seria acoger a los millones de desesperados que vendrían detrás de esa avanzadilla, a menos que Occidente se tome de una vez en serio la solución del problema poniendo en orden el caos que en origen motivo esa diáspora, muy especialmente en el caso de Siria y Libia.
En Grecia, Syriza, con la aquiescencia de Bruselas con la que Tsipras había pactado un tercer rescate, gana ampliamente unas nuevas elecciones (las segundas en ocho meses) y lanza adelante un proyecto de dificilísima recuperación del país, mientras muchos en Europa cuentan ya los plazos más bien cortos en que se solicitara un cuarto rescate y una nueva quita.
De los muchos otros problemas que han rebrotado en los últimos días, hay uno escandaloso que hubiera merecido el solo, una larga columna y es la actitud de la gente de la farándula que esta vez se ha focalizado en el caso del realizador cinematográfico Fernando Trueba.
Vaya por delante mi personal admiración por los directores y actores de cine y teatro, por los compositores, los escritores y en fin, el amplio gremio de artistas que intentan mejorar el panorama cultural de nuestro entorno. Respeto también su derecho a expresar sus puntos de vista políticos, una actividad pública y por lo tanto abierta.
Pero lo de Trueba ya me parece de psiquiatra. Al recibir el sustancioso premio nacional de cinematografía se destapo diciendo que nunca se había sentido español y que en su niñez, al estudiar Historia, siempre prefería que las guerras libradas por España hubieran sido ganadas por nuestros enemigos. No vamos a exigir a nuestros artistas que por añadidura hagan encendidas declaraciones patrióticas pero de eso a insultar a la patria va un buen trecho. Está visto que aquí todo vale: se puede silbar al himno, disparar contra la foto del Rey, quemar banderas, insultar a España y no pasa nada. Aun si comprendiéramos a quienes cometen tales desmanes, de ningún modo cabe admitir que nuestras autoridades sean incapaces de reaccionar y sancionar a los delincuentes. Y en el caso de Trueba, hacerle devolver los 30.000 euros del ala que le dimos entre todos los españoles.
Todo eso y mucho más está ocurriendo en nuestro entorno en vísperas de que Mas y sus aliados Romeva y Junqueras estén a punto de armar una buena en Cataluña y en todo el país.