Jorge Fuentes. Embajador de España.
El mundo diplomático tiene un lenguaje propio que puede resultar extraño e incluso incomprensible para la mayoría de los mortales: cartas credenciales, copias de estilo, notas verbales, valija diplomática, llamada a consultas, persona ‘non grata’.
Esta última expresión se ha divulgado mucho en estos días ya que nuestro embajador en Caracas, Jesús Silva, la ha protagonizado al ser expulsado de su puesto al frente de la embajada de España en Venezuela.
No es algo que ocurra con frecuencia en nuestra profesión. La última vez que recuerdo fue cuando en 1960, nuestro representante en Cuba Juan Pablo de Lojendio, interrumpió una soflama de Fidel Castro por radio, acusando a España de dificultar el proceso revolucionario cubano. Lojendio tuvo que abandonar el país en 24 horas, las relaciones diplomáticas entre España y Cuba se mantuvieron a nivel de encargados de negocios durante diez años y en 1970 un nuevo embajador fue enviado a La Habana.
Un caso semejante ocurrió también en Cuba donde se acababa de conceder el plácet al embajador Jose Coderch en 1997. Antes de tomar posesión de su puesto, Coderch concedió una entrevista a ABC en que dijo que "las puertas de la embajada de España estarían siempre abiertas para los opositores al régimen". Castro dio órdenes para que se le retirara el plácet y Coderch cambio su destino caribeño por otro balcánico viniendo a sustituirme como embajador en Sofía cuando yo acababa de ser nombrado en Bruselas.
Si las cosas no van bien entre dos países cabe poner en práctica varias medidas diplomáticas: o los respectivos países hacen de tripas corazón y aguantan confiando en que pase la tormenta; o -si el contencioso no mejora- llaman a su embajador a consultas en la propia capital (esto es lo que había hecho Maduro con su embajador en Madrid); o si se quiere mostrar un mayor grado de confrontación, se declara persona non grata al jefe de misión, que es lo que acaba de ocurrir en Caracas.
Todavía hay un paso más que dar para mostrar el desacuerdo entre dos países: la ruptura plena de relaciones diplomáticas lo que representa la salida de todos los miembros de la embajada pudiendo quedar a cargo de ésta, el embajador de un país amigo.
El actual conflicto entre Venezuela y España no ha llegado a dar este último paso. Nuestro hombre en Caracas abandonara el país en cuestión de horas pero no existe ruptura de relaciones y la Embajada quedara a cargo del ministro consejero.
¿De qué se acusa al embajador Silva? De que España hubiera espoleado y capitaneado las sanciones contra Venezuela y contra siete corruptos de la cúspide política del país, decisión tomada por unanimidad por los 28 países de la Unión Europea.
En muy alta estima tiene Maduro la capacidad de convicción e influencia de nuestro país en la UE. Lo cierto es que desde hace muchos meses Maduro viene mostrando hacia España en general y hacia Mariano Rajoy en particular una actitud de enorme agresividad y con este gesto demagógico quería maquillar las tremendas dificultades que Maduro está teniendo en la gobernanza de su país, uno de los más ricos de América Latina pero también uno de los que presenta mayor nivel de penuria y de falta de respeto a la ciudadanía y al estado de derecho, cosa que no ha pasado desapercibida a los 28 miembros de la Unión.
Esa agresividad contra el exterior es muy típica de las dictaduras. Recordemos cuando, durante la etapa franquista, a España se le cerraban las puertas de la ONU (en inglés United Nations Organisation: UNO) y las masas enfervorizadas reunidas en la plaza de Oriente madrileña entonaban el grito "Si ellos tienen UNO, nosotros tenemos DOS".
Me temía que España iba a responder de forma timorata al desafuero de Maduro por aquello de nuestros importantes intereses económicos en Venezuela y bla bla bla. No ha sido así. El Consejo d Ministros ha aplicado con diligencia la más estricta reciprocidad y Mario Isea ha sido declarado persona non grata pudiendo quedarse en Caracas donde se encontraba en consultas. Veremos cuánto dura este desencuentro.