José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
La vorágine de cambios, de estilos y filosofías es una constante en la Generalitat desde el pasado mes de junio. Una de las consellerias más activas está siendo la de Educación, pues había temas urgentes que tenían que quedar a punto para septiembre.
Se ha retrasado el inicio del curso, medida electoral obligada ante el colectivo de profesores, con lo que los padres que vuelvan al trabajo el día uno tendrán que hacer apaños durante esas casi dos semanas.
También se ha suprimido de un plumazo la impartición de clases de cuarenta y cinco minutos por las de una hora de toda la vida, y ante la sorpresa de más de uno la jornada continua, melón mal abierto por la anterior administración, ha desaparecido del mapa, volviéndose a la obligatoriedad que al menos dos de las clases sean en horario de tarde.
Además ha surgido la polémica ante la modificación en primero de bachillerato del modo de elección de asignaturas optativas, que se reducen de tres a dos, incrementando una hora más
en las troncales de rama específica que pasan de tres a cuatro horas a la semana, lo que tiene todo el sentido del mundo, pues refuerza las competencias en aquellas materias que soportan el itinerario elegido por el alumno.
Eliminar los bloques establecidos hasta ahora y dejar a la consideración del centro si ofertaba las incluidas en un bloque u otro podía generar el que la religión no se ofertara, contraviniendo lo establecido en la LOMCE , que indica que será de oferta obligatoria por el centro y de elección libre por los alumnos.
Más allá de apelar a la libertad de elección de centro, de respeto a creencias, etc, resultaría una actuación miope contravenir el ordenamiento jurídico; lo cierto es su rectificación inmediata dejando un único bloque del que elegir dos de ellas; actuación en consonancia con ese talante dialogante y actitud receptiva manifestada y dispuestos a conocer las realidades de cada uno de los sectores que intervienen en este complejo, delicado y apasionante mundo de la educación.
Junto a este proceder resultan denostadas, fuera de tono y casposas las machaconas reivindicaciones por parte de quienes dicen representar a los padres en los colegios de titularidad pública, demandando en cualquier foro, con cualquier excusa que la religión salga del sistema educativo como asignatura de obligada oferta, con lo que según ellos todos los problemas se solucionarán.
Parece que no se enteran de nada al defender un modelo de educación único en el que solo exista la escuela pública y laica. Como ha repetido en más de una ocasión el actual secretario autonómico , los cambios y las medidas se han tomado por el bien de la educación de los alumnos exclusivamente, tomen nota, que falta hace.
Tal vez deberían pensar, aunque solo fuera una vez, que lo que enriquece y da satisfacción es esforzase por una educación de calidad, cada vez mejor, respetuosa con la pluralidad que configura la sociedad en la que vivimos y en la que desde la libertad se pueda elegir.