José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
Cuántas veces hemos oído esta palabra, con la que hemos pronunciado y defendido planteamientos, calificando comunicados o manifestando nuestra incredulidad ante noticias sean buenas o malas.
Cuando hemos visto, oído o leído hazañas de supervivencia, de lucha y superación ante enfermedades o desastres y de nuestra capacidad de lucha también nos viene a la mente esta palabra, que por sí sola es una manifestación de intenciones y voluntades, de creencias y de actitud ante la vida y ante el mundo.
Cuesta oírla por parte de quienes dirigen nuestra nación, ya que no está bien vista, significa fracaso, incapacidad para llevar a cabo el proyecto por el que los ciudadanos les votaron y obligación implícita de abandonar la gestión en favor de terceros que lo harán mejor y se sienten capaces.
Otra cosa distinta son los comportamientos de los políticos en general, aunque ninguno de ellos se quiera ver reflejado. Lo cierto es que actitudes que excluyen o rechazan, son moneda corriente; son muestra de ello el ya famoso ‘No es No señor Rajoy’, el todos contra el PP de Podemos, para le, perdiendo mucho tiempo en vez de acometer y dar soluciones a los problemas que nos preocupan.
¿Qué hubiera sido de los españoles de la década de los setenta si se hubieran rendido y reconocido que eran un pueblo incapaz de gobernarse en democracia y la Constitución no se hubiera promulgado?
Nuestro famoso estado del bienestar ,envidiado por el resto de Europa y del que se han aprovechado muchos de ellos, es otra prueba más que con voluntad y ganas, se puede alcanzar, aunque mantenerlo es lo complicado.
Resulta difícil entender por ello la situación actual de la educación en nuestra comunidad, al ser reflejo de la incapacidad para gestionar adecuadamente por parte de quién gobierna. Me quedo atónito, perplejo, ante manifestaciones cobardes ,impropias de gestores públicos, en las que refugiándose en informes de la Abogacía de la Generalitat, que hay que releer tres veces para entender bien, pretenden soslayar el cumplimiento y acatamiento de las instrucciones de la justicia con relación a su decreto-chantaje de plurilingüismo, burda manipulación del término ya que es una inmersión en toda regla, sin respetar la voluntad de las familias y sin rectificar en algo tan serio como es un proceso de matriculación de cientos de miles de alumnos.
No puedo por menos que pensar cual es el motivo por el que todos los políticos, cuando se les pide un pacto educativo, se aclaman al término de este artículo, imposible, porque los otros no quieren, porque lo que plantean no es admisible.
Lo que no es admisible son siete leyes educativas en cuarenta años y que uno de cada cinco alumnos valencianos de la ESO abandonen antes de finalizar sus estudios.
En las próximas convocatorias a las urnas, bien nacionales o autonómicas será importante escuchar y leer quienes incluyen es su programa que es posible, como en tantas otras cuestiones, llegar a un consenso amplio y suficiente para que los proyectos educativos perduren en el tiempo.