José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
Con independencia del san Benito de peseteros, de mirar siempre por la ‘pela’ y algún que otro más, los catalanes son buena gente, tan buena gente como los extremeños, los gallegos (muy suyos), los andaluces (señoritos), los madrileños (chulos), o los valencianos (me sin fot). Todos somos buena gente, muy buena gente, con el orgullo de sentirnos de nuestro terruño “a mucha honra”, con demasiada vergüenza ajena, que nos impide colocar banderas de España en nuestras casas al estilo americano, no vayan a decirnos fachas o hacer con ella rollos de papel higiénico como los ingleses, por respeto.
Pues hoy siento tristeza, una enorme tristeza por ellos, pues no hay nada peor para un pueblo que su dirigente más emblemático se haya caído con todo su equipo, que en este caso su familia por ladrones y corruptos.
Avispado y previsor el señor Pujol preparó a su prole para que además de servir a Catalunya quedara para ellos alguna cosa en el camino. Ya dice el refrán que el aceite por donde pasa mancha, que para el caso es reconfirmar día a día que las decisiones de carácter económico, las concesiones administrativas, etc. debían dejar al igual que el aceite un poquito para los Pujol.
Muy inteligente por su parte, ya que la familia, la sangre, se defiende siempre, y aunque interiormente haya disputas y diferencias, hacia fuera es un muro de granito infranqueable. La jugada perfecta sin resquicios, unos se dedicaban a continuar la imagen pública y política del apellido, otros a mover inversiones por todo el mundo, desde la cercana Andorra, a Liechtenstein, pasando por Méjico, Islas Vírgenes... y como las tareas estaban muy bien distribuidas dedicaban a otro a labores domésticas, en este caso las de blanquear y lavar no la ropa, sino el dinero que entraba en una compleja maquina de más de diecisiete sociedades.
Evitaba así problemas con los socios como le ocurrió al Duque de Palma con Diego Torres, a Carlos Fabra con Vilar, y a tantos otros. Lo que no contempló es que sus hijos tendrían esposas y novias y que esas no son Pujol Ferrusola ni su sangre y son las que han traicionado al clan, que pena.
Algunos buenos amigos catalanes siempre me habían defendido su figura, pues había luchado por Catalunya y además lo había hecho de un modo honrado. Yo les pregunto ahora ¿han sido veintitrés años de farsa? En una comparecencia en las cortes catalanas que ya tildé en otra ocasión de innecesaria, un enfadado señor Pujol decía que cuando llegó a la política el ya tenía dinero, pero... no tanto.
Curtido en mil batallas, espera a que pase la marea y como no, a que escampe el temporal; ahora son malos tiempos pues estamos en periodo electoral y además CiU está rota y el Artur (quin xic mes macu) no está en sus mejores horas. Por cierto, cuesta creer que alguien que ha estado tanto tiempo a su lado y al de su familia (hablo del señor Más) no tenga conocimiento de alguna de estas actuaciones que parece eran conocidas hasta por el perro del hortelano. Lo digo para que no les vuelvan a decepcionar, porque como pueblo no se lo merecen.