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lunes, 15 de diciembre de 2025 | Última actualización: 23:59

Soplagaitas versus Soplapollas

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José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.

Pidiendo perdón por adelantado a quienes se dedican al noble arte de sacar sus mejores sonidos a la cornamusa, instrumento de viento de lengüetea doble -comúnmente conocido como gaita -  y obviando cualquier alusión a la segunda, lo cierto es que la faz de la tierra se llena cada vez más de individuos a los que les va como anillo al dedo el enunciado de este artículo.

La sociedad española de este siglo XXI en nada se parece al estereotipo que se vendía en los años cincuenta y sesenta  del siglo pasado, cuando los primeros turistas suecos, ingleses y alemanes empezaban a llenar las playas alicantinas de Benidorm, o las catalanas del Maresme.

Poco tiene que ver aquel macho ibérico, cuya esposa le tenía que pedir permiso para abrir una cuenta en el banco, o  que cumplía la mayoría de edad antes que las conciudadanas, o que para poder casarse debían realizar servicios sociales, y cuya bravura en las lides amorosas se convirtió en legendaria.

La sociedad española actual es plural, democrática y tremendamente tolerante. La naturaleza del pueblo español se ha demostrado como una de las más serenas, prudentes y adaptables de nuestro entorno. No somos aquel pueblo que desde allende los Pirineos era visto como el apéndice superior de África, con las connotaciones peyorativas que ello conllevaba.

Los índices de discriminación en razón de sexo, religión o preferencias al respecto son bajísimos, esencialmente porque en la aceptación de la realidad que nos rodea somos únicos y rápidos, como en otras muchas cosas como la generosidad y la solidaridad. No deja de ser cierto que los hombres tienen sueldos superiores al de las mujeres y que a éstas se les exige mucho más para desempeñar las mismas tareas que los hombres.

Ahora bien, lo que no es frecuente es que una mujer u hombre que creer pertenecer a un colectivo al que hay tendencia a discriminar, hecho que habría que estudiar muy detenidamente, lo utilice como bandera.

Hay que ser un soplagaitas de tamaño descomunal para utilizar la condición sexual como bandera para pedir un trato de favor, so pretexto de la discriminación, y pretender que cuele.

Mediáticamente va a  conseguir durante unas semanas una publicidad impagable, e incluso algún que otro reconocimiento social, no vinculado a la pretensión soterrada, pero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid... todo es válido.

Los medios de comunicación, al menos en su mayoría, tienen una visión cada vez más miope, es decir que no son capaces de ver a más de un metro y medio con nitidez, con lo que aumentará el bombo y ruido, pero solo eso el ruido.

Decía que no es frecuente utilizar la pertenencia a colectivos socialmente sensibles para obtener privilegios, ya que lo que suele ser habitual, es actuar de un modo callado y silencioso, demostrando  y acreditando por méritos propios, con el trabajo y el esfuerzo diario, sazonado con una pizca de humildad, la valía y cumplimiento de los requisitos al igual que cualquier otro españolito de a pie.

De lo contrario, cuando las aguas vuelven a su cauce comprobamos que es un tonto e imbécil o un soplapollas, que viene a ser lo mismo.