José Vicente Ramón Moreno.
Cuando llegan estas fechas y comienzan a llegar nuestros amigos madrileños, vascos, maños o portadores de otros gentilicios no próximos a nosotros para pasar, como mucho, una semana con nosotros, nos hacen reflexionar sobre nuestra tierra, nuestras playas y nuestro clima y nos damos cuenta de lo poco que lo sabemos apreciar.
Ellos se ‘meten entre pecho y espalda’ muchísimos kilómetros para pasar unos pocos días de asueto huyendo de las grandes urbes que no proporcionan, precisamente, una gran calidad de vida.
Nosotros nos quejamos si un día llueve un poco o hace más frío de lo normal (que es casi ninguno) y ellos, aunque sea con cuatro rayos de sol entre nubes, los disfrutan.
Nosotros no nos hacemos el ánimo de pisar la playa casi hasta que no comienza el mes de junio mientras que ellos, ahora en Pascua, son capaces de enfundarse el bañador para tomar el poco sol que haya.
Nosotros nos quejamos si un día nos toca comer fuera de casa por razones de trabajo. Ellos, casi todos, no comen nunca en casa porque, a lo peor, están a 50 kilómetros de su casa en el momento de ‘hincar el diente’.
Valgan estas reflexiones para que sepamos valorar todo lo bueno de la tierra en la que vivimos, de la calidad de vida que disfrutamos y, con una cierta picardía, la sepamos vender de cara a los foráneos recomendándoles todo lo bueno que tiene nuestra provincia, a ver si aportamos nuestro grano de arena para mejorar nuestra economía en uno de los mejores aspectos que podemos potenciar, el turismo.