José Vicente Ramón Moreno.
Los puestos políticos o de designación política deben tener un ‘algo’ especial que hace que sea muy difícil ver que un político o cargo público implicado en algún ‘pasteleo’ extraño deje su silla inmediatamente con la cabeza bien alta para que, si se demuestra su inocencia, tenga razón en reivindicar su buena imagen a posteriori.
Todo lo contrario, se aferran a su puesto con uñas y dientes y, aún estando imputados en algún asunto en proceso judicial muestran todo su aplomo dando a entender que ‘aquí no pasa ná’.
Durante nuestras fiestas fundacionales me sorprendió (relativamente porque cada vez me sorprendo menos) observar a algún que otro político apareciendo en primera fila de algunos eventos sin el menor rubor después de que días o pocos meses antes la prensa hubiera contado con pelos y señales todos sus ‘affaires’y su imputación judicial. ¡Y no todos eran del mismo ‘color’!
Y no me digan ustedes que apliquemos lo de la presunción de inocencia porque hoy en día, cuando un juez se decide a imputar a un personaje público, se asegura mucho ya que se juega su credibilidad porque hoy en día se recurre todo y se contraataca con querellas y más querellas hacia la parte contraria (así nos va con la paralización y bloqueo en los juzgados).
Todos los profesionales, desarrollemos la actividad que desarrollemos, debemos hacer gala de una ética exquisita para conseguir ser respetados en nuestra actividad, pero los políticos y los cargos públicos de confianza aún deben hacer gala de esa ética en dosis más elevadas, unos porque los hemos elegido todos los ciudadanos y otros porque si están puestos por ‘confianza’ deben demostrarla al cien por cien.
Sin embargo mirando su actitud da la sensación de que leemos un tebeo en el que junto a su imagen hay una nubecilla sobre su cabeza (pensamiento) que dice “¡de mi silla no me mueve nadie!”.