Juan José Pérez Macián. Concejal delegado del Área de Gobierno de Hacienda, Modernización y Administración Municipal del ayuntamiento de Castellón.
Siete de julio. San Fermín. Como quien no quiere la cosa, nos hemos plantado en julio. Primer domingo. Verano caluroso. Como todos los veranos. ¿Quién dijo que este sería diferente?. Erró. Hace calor, mucho calor. Y quien más, quien menos, escapa como puede y cuando puede del bochorno urbano hacia espacios más frescos y cómodos en esta época del año.
Las playas castellonenses son ya un hervidero, sí, hervidero, de gente. Las piscinas son el refugio perfecto de niños, jóvenes y mayores. Un buen helado ayuda a soportar la mañana. La reparadora siesta después de una comida ligera. El paseo al caer el sol. La cervecita fría antes de la cena... son momentos típicos del verano mediterráneo que ya tenemos con nosotros de nuevo.
Las esperadas vacaciones para aquellos afortunados que siguen manteniendo su puesto de trabajo han comenzado ya en unos casos, o están a punto de hacerlo en otros. Para ellos serán momentos de descanso, de reencuentro familiar y de amistades. También de viajar hacia destinos ansiadamente deseados o nostálgicamente recordados. Unos días en el pueblo, con la partidita de guiñote o de dominó entre amigos de siempre. Unas horas caminado por la montaña entre pinos y cantos de pájaros. Una visita tempranera al horno en busca de unas magdalenas y pan recién hechos. Regresar al pueblo de los padres o de los abuelos es una manera sencilla y hermosa de reencontrarse con uno mismo. Y con los suyos.
Desde esta columna quiero hoy, primer domingo de julio, dar la bienvenida a cuantos desde fuera han decidido pasar unos días de su merecido descanso vacacional entre nosotros. A ellos les deseo que disfruten de nuestra tierra y de nuestro mar. De nuestro sol y de nuestra luna. También de nuestra gastronomía y de la alegría mediterránea que irradiamos. Espero que encuentren motivos para volver una y otra vez. Serán siempre bien recibidos.
A quienes desde aquí se desplacen a otros destinos les deseo igualmente unas felices vacaciones y les ruego prudencia en los desplazamientos. Queremos que regreses y que lo hagan sanos, salvos y felices.
Pero quiero lanzar, sobre todo y muy especialmente, un deseo firme, sincero y rotundo en favor de quienes peor lo están pasando en momentos como los actuales. Quiero, espero y deseo que todos cuantos sufren el drama del desempleo, la angustia de las muchas carencias económicas que tan difícil hacen afrontar con normalidad las necesidades familiares, puedan pronto incorporarse a ese envidiado colectivo de los que ahora comienzan sus vacaciones. Deseo que puedan también pronto necesitar de unos días de descanso para recuperar el sosiego tras duras jornadas de trabajo. Significará que disponen de él. Significará que entra en casa cada fin de mes el dinero que la familia necesita. Significará que han recuperado la tranquilidad e incluso la felicidad. Significará que la dura y cruda realidad de una crisis agresiva, virulenta y cruel como ninguna otra que se recuerde, ha quedado definitivamente atrás y forma ya solo parte del pasado.