Juan Teodoro Vidal. Químico.
De nuevo una de esas celebraciones de conveniencia, inventada para sacar un poco de rédito comercial, me lleva a una reflexión menos superficial. No nos quedemos en la apariencia. Al igual que pasa en otras muchas ocupaciones, no todo el mundo vale para todo y, de la misma forma, no todas las mujeres valen para ser madres. Como tampoco todo el mundo vale para ser jefe. O para ser pastelero, o pescador. Y el caso es que hay establecida una formación para muchas ocupaciones laborales, incluso universidades especializadas en diversas disciplinas. Pero, aun siendo de vital importancia no fallar en el intento, no hay una formación específica para ser madre. Yo creo que el 'oficio de ser madre' se aprende en dos ámbitos: el familiar y el de los juegos.
En el ámbito familiar el ejemplo es el modo en que todos ven cómo actúa la madre y pueden imitar lo que ven bueno, o bien corregir en su momento, cuando les llegue su turno de ejercer de madre, aquello que se entiende como incorrecto. El ambiente familiar actúa de referencia. Una persona que se está haciendo aún, un niño, un adolescente, e incluso también en ciertas circunstancias los adultos, todos necesitan de unas referencias. De lo contrario es igual que 'estar inventando la rueda' una y otra vez en el ámbito de las relaciones interpersonales, cosa que no es muy productiva.
En cuanto al juego, mi opinión, que posiblemente no será políticamente correcta, es ver como oportunidad los juegos de muñecas y de cocinitas, para aprender lo que se observa en casa. Porque sólo la acción se graba en la mente. Uno ha de vivir una relación o una acción para aprender de ella y consolidar, con la práctica lo aprendido. Una vez alcanzada la maestría en algo, ya no 'se juega' a ello, sino que 'se vive'. En los juegos de muñecas, se aprende a tener cuidados y dar cobijo y cariño, así como a resolver conflictos entre los personajes imaginarios que representan. En este sentido, las niñas tienen tendencia a estos juegos en los que imitan a sus madres, mientras que a los niños les motivan más los juegos de tipo competitivo y 'de acción'. No hay que impedir que intercambien, si lo desean, esos roles, pero siguiendo el mismo razonamiento, no hay que impedir que jueguen libremente a lo que les motiva, y les ha motivado siempre, casi seguro por causa de sus cromosomas, de forma natural.
Y realmente tampoco se pueden suplir algunas carencias con formación. La educación puede disimular la falta de recursos en algunas facetas intelectuales y prácticas, pero en general hay que nacer valiendo para destacar en algo. Muchos de los logros, y muchas de las desgracias, que ocurren en el ámbito familiar y que trascienden en la vida afectiva e incluso laboral, tienen su génesis en la relación con la madre. Bendito oficio de ser una buena madre. No hay sustitutos, aún.