Juan Teodoro Vidal. Químico.
Una noticia escalofriante me conmovió esta semana: En Pakistán una mujer de 25 años embarazada fue asesinada a ladrillazos por su padre, su tío, sus hermanos y primos, además de por otras dos docenas de hombres en la puerta del juzgado. “Crimen de honor” lo califican. La mujer, comprometida por la familia, prefirió casarse en cambio con un hombre al que quería, no con el 'prometido', tuvieron que ir a vivir a otra ciudad y su marido fue acusado por el padre de la chica de secuestrarla. Ella acudía al juzgado para declarar que se había casado voluntariamente con su marido, para contraponer esa declaración a la denuncia de su padre. Según uno de los medios, el ahora viudo habría estrangulado a una anterior esposa para casarse con la mujer asesinada. La ley en ese país permite evitar la cárcel mediante una compensación económica, “precio de la sangre” a la familia de la víctima. La ONU ha puesto el foco sobre este caso y las autoridades locales están deteniendo a los autores. Según la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, el año pasado hubo allí 869 asesinatos semejantes.
Sumemos a estos crímenes horribles, otros que se cometen en la India sobre mujeres de la casta de los intocables. Es reciente el caso de dos adolescentes de 15 años, violadas en grupo y luego asesinadas por ahorcamiento. Aun está sin resolver el secuestro de dos centenares de niñas en Nigeria por un grupo terrorista, “para venderlas”, que se opone a que las mujeres reciban educación. En Asia y en América están los ataques con ácido para desfigurar el rostro de mujeres. Sigue practicándose en África la mutilación genital femenina como una “tradición” en muchos países. Sigue existiendo en Asia la prostitución infantil, bodas de hombres adultos con niñas y el trabajo forzado.
Pero hay otros comportamientos sociales coercitivos, como la obligación, que se convierte en necesidad, de llevar el burka o cualquier otra prenda que oculte la personalidad de la mujer y le marque la forma en que debe vestir, o la prohibición de conducir un coche...
Y ahora que hemos hecho inventario, incompleto, de crímenes contra las mujeres en todo el mundo, no pensemos que estamos aquí a salvo. Además de los asesinatos y los ataques físicos o malos tratos de todas clases, hay entre nosotros también violencia psicológica, personas dominadoras o controladoras, que amargan la vida a sus parejas, y que incluso las persiguen después de haber logrado la separación o el divorcio.
Todos estos comportamientos se derivan de considerar la mujer como un objeto de propiedad y por la impunidad de los criminales. Lleva varias generaciones cambiar la mentalidad colectiva de una sociedad para no dar cobijo a los maltratadores. Eso suponiendo que haya voluntad. Nadie tiene derecho a abusar de otro ser humano, sea del sexo que sea. Desde luego no es muy hombre quien abusa de una mujer. Los gobiernos debían impulsar las acciones más efectivas para erradicar estos comportamientos.