Juan Teodoro Vidal. Químico.
La primera operación salida del verano, y preludio de lo que será un verano muy activo, ha tenido ya lugar, jalonada de buenas noticias económicas. Por décimo mes consecutivo descendió el paro, que bajó de 4,5 millones (aún una cantidad pavorosa), impulsado por los contratos eventuales de la hostelería. El turismo 'salvará los muebles', como siempre. El gobierno ha dicho que quiere impulsar un crecimiento del turismo del 15%. Aunque es un poco triunfalista, porque si fuera así, sólo con eso el PIB tendría un incremento del 2%, da una idea de lo que supone este sector para las esperanzas que se ponen en el inmediato futuro.
Por otro lado, la tan cacareada reforma fiscal ni siquiera nos devuelve a la situación recaudatoria anterior a la crisis. Las tímidas rebajas de impuestos traen impuestos nuevos sobre los depósitos e indemnizaciones, mantienen los tipos impositivos directos para las clases medias y trabajadores cualificados en un nivel sangrante, y los indirectos claramente por encima para todos. O sea: cuando dicen que nos bajan impuestos, apenas nos bajan un poco de lo que nos subieron antes. Y todas las medidas que se han ido tomando parecen pensadas para que sean otros quienes se las apliquen. Las reformas laboral y fiscal, incluso los recortes en personal de educación y sanidad, son medidas que duelen 'a otros'. Los políticos han seguido manteniendo la estructura de poder sin tocar ningún órgano de los que un clamor popular pedía reformar: el senado, las autonomías, las diputaciones, los municipios, no se han tocado, al revés de lo que si han hecho varios países vecinos. Incluso parte del juego ha consistido en mejorar su financiación hasta que ha empezado a escampar. Tampoco se ha reforzado ningún mecanismo de control de la clase política mediante la adecuada separación de poderes. Todo el sistema está ligado y apalancado. Ya resulta chocante que los políticos sean una 'clase' aforada, casi 'irresponsable', al margen de esfuerzos y por encima de todos.
En consecuencia, me queda un sabor agridulce. Por una parte se que la economía va a ir mejor. Ya lo he anticipado varias veces. Habrá un alivio generalizado. Por otro lado me temo que volveremos a las andadas. Ahora que se va a notar fluir el dinero, al haber más crédito, que la gente se irá olvidando poco a poco de las penurias recientes, resulta que incluso se va a recaudar más que antes, porque se subieron los impuestos. Dentro de poco nos encontraremos con que se habrá perdido irremediablemente la gran oportunidad para encauzar todo el sistema, y encima la sociedad está sin un liderazgo claro ni consensos en cuestiones de estado, sin que los que más contribuyeron a nuestra penosa situación en general hayan pagado, con los grandes partidos en descomposición, con la gente quemada y desconfiada.
Ojalá salgamos bien parados, alegrémonos hoy y pidamos 'otra de gambas', pero me temo que la siguiente crisis tiene fecha y será herencia de este momento.