Luis Aleixandre Giménez. Ingeniero Técnico Industrial. Técnico de Energía.
Hoy voy a compartir una confidencia personal con todos los que amablemente dedicáis un poco de tiempo, cada mes, a leer mis modestos artículos. Vaya por delante que no se trata de una declaración de principios ni de un berrinche de última hora, sino que ha sido una decisión largamente pensada y así la expreso desde la convicción.
Esta mañana he desayunado leyendo la prensa, sigo pensando que es una buena costumbre, y me ha llamado la atención una frase que ha despertado en mí la decisión de escribir este artículo. La frase es del pedagogo Gregorio Luri y defiende: “Los grandes hombres comparten una característica: trabajan mucho”. Es curioso como a veces una sola frase induce en el cerebro innumerables pensamientos incapaces de expresarse, a veces, con miles de palabras.
Créanme si les digo que desde hace muchos meses, unos veinte para ser exactos, he intentado trabajar mucho y me han puesto todas las trabas habidas y por haber. Es inaudito lo que ocurre en el mundo de la política. Tengo mi propio trabajo y, aunque lo considero pobremente remunerado, soy independiente económicamente. No debo pleitesía ni a jefes trasnochados ni a empresarios endiosados y además si en mis horas libres me apetece dar charlas técnicas, créanme también si les digo que mis horas están bien cotizadas.
Pues como les decía, he intentado trabajar gratis y dedicar muchas horas a un proyecto político que me convencía y me llenaba. No sólo estaba dispuesto a hacerlo gratis sino que además no me importaba pagar la cuota mensual de afiliación.
Pues no ha sido posible de ninguna de las maneras. Creo que es inaudito. Si te diriges a cualquier empresa y te ofreces a trabajar, no sólo sin cobrar sino pagando y además no te aceptan, es signo inequívoco de que esa empresa no funciona y va por el camino equivocado. Por un tiempo llegué a creer que yo era el culpable de ciertos encontronazos y tropiezos dentro del partido, pero ahora estoy convencido de que nunca ha sido así.
Hace algo más de veinte meses formé parte del nacimiento del partido de Ciutadans en la provincia de Castellón. Éramos muy pocos y comenzamos una aventura que a día de hoy se ha convertido en una realidad a nivel nacional. Siempre he sido de creencias muy centradas y he seguido muy a rajatabla el principio de que los extremos siempre son indeseables, tanto de derecha como de izquierda. Me propuse desde el principio ser honesto y trabajar mucho. Me sigo considerando lo primero y lo segundo lo hice desde el inicio e incluso después de dejar el partido, pero ha quedado demostrado, al menos para mí, que el que intenta trabajar duro y constante para un partido político es machacado y pisoteado por los trepas y por los que sólo tienen en mente ascender y ocupar puestos. Los mentirosos ganan la batalla a los honestos. Que rabia me dá. No os lo podéis ni imaginar.
Yo he sufrido injusticias y he padecido las consecuencias de artimañas y mentiras. No estoy cargando las tintas sobre el partido Ciudadanos, sobre el que aún creo que está acertado en muchos de los planteamientos de política a nivel nacional y autonómica, pero sí que he de reconocer que a nivel provincial no he conocido a ningún ex compañero de partido que tuviese empeño real de trabajar desinteresadamente por los idearios del partido. A nivel autonómico sí que he conocido compañeros, valencianos todos ellos, que se dejan la piel en los actos y en las redes para favorecer y difundir las ideas del partido. Cada uno colabora como puede y como sabe. Y ese debe ser el funcionamiento ideal de cualquier organización. Y digo organización porque toda estructura debe estar debidamente “organizada”, pero no es éste el motivo del presente artículo.
Finalizo para comunicaros mi decepción con la política en general y mi decisión de seguir intentando colaborar con quien acepte mis conocimientos y mi voluntad de ayudar a mi ciudad, porque para ayudar a mis conciudadanos no hace falta estar afiliado a ningún partido político, sólo hace falta voluntad, honestidad y convencimiento. Desisto de intentar convencer a nadie de mi capacidad de trabajo. Desisto de intentar pertenecer a ningún grupo que no me valore. Desisto de rodearme de ineptos e interesados. Desisto de perder el tiempo. Desisto de la política y, para enfatizar mi decisión, me planteo nuevos retos personales que ocupen mi tiempo.
Ya he realizado una propuesta al equipo de gobierno de mi ciudad y pienso seguir haciéndolo sea el color que sea el del partido gobernante en el ayuntamiento, porque bien pensado, lo peor que puede suceder es que te la acepten. Al fin y al cabo lo que he aprendido en estos 20 meses es que todos los partidos políticos defienden las mismas premisas, ayudar a los ciudadanos. Sólo es plausible o criticable manera con que se lleva a cabo.