Luis Andrés Cisneros.
Desde que éramos bien jóvenes, pensábamos que la democracia era una forma de organización social que atribuía la tituralidad del poder al conjunto de la ciudadanía, mediante la elección de representantes del pueblo que tomaban las decisiones para el bien de sus representados.
Pues bien, como diría Luis Eduardo Aute en su canción, Una de dos, o no es así, o nos han engañado de ‘toda la vida’.
Yo pensaba, en toda mi candorosa inocencia, que unas elecciones servían para elegir a las personas que mejor podían representar nuestros intereses o nuestros valores, Como el anuncio de un buscador de seguros ¡Error! Tal y como estamos viendo en Francia, no se trata de votar para elegir a alguien. El concepto ha cambiado: hay que votar para que no gane alguien.
La burda manipulación de los pensamientos y voluntades de los electores galos, al igual que ocurre en nuestro país, está alcanzando unos grados de perversión que dejan a Robespierre, como un adalid de las libertades. Desde el mismo momento del cierre de los colegios electorales el pasado domingo, se lanzó la campaña ‘todos contra Le Pen’.
Se pide el voto para Macron, desde polos tan opuestos como la supuesta derecha francesa, hasta las organizaciones musulmanas. Con lo cual podemos preguntarnos ¿o son todos iguales, o tienen objetivos comunes?
Si nos atenemos a los puntos básicos de la democracia ¿alguna vez ha existido de verdad? y después de la derrota en las urnas, los cabezas de lista derrotados deberían, en un ejercicio de responsabilidad, dejar libertad de opción a sus votantes para que con su voto hicieran aquello que crean más conveniente.
No es de recibo usar el voto para lo contrario de lo que se espera que sirva. Pero no, ahora es distinto, interesa más usar el voto contra alguien que a favor de alguien. Y esto es lo que ha decidido el ‘establishement’ impedir, al precio que sea, que la líder del Front National pueda alcanzar el Elíseo.
Se está repitiendo lo mismo que ocurrió con Donald Trump. Todos los supuestos expertos, vaticinaban una hecatombe sin parangón en la historia de EEUU si el líder del Partido Republicano alcanzaba el despacho oval de la Casa Blanca. Las siete plagas de Egipto iban a ser un juego de niños comparado con la que se le venía al mundo entero.
Curiosamente, el tiempo ha pasado y todos los malos augurios que se iban a presentar de inmediato, han desaparecido, como por arte de magia. ¿Dónde están ahora los expertos de todo tipo que vaticinaban algo así como el Apocalipsis? Todos los parámetros para medir los efectos de la llegada del magnate a la Presidencia están siendo favorables e incluso mejores de lo esperado. Eso sí, ahora, silencio sepulcral de los que vaticinaban casi el fin del mundo
Lo que demuestra, bien a las claras, la gran falacia en la que los dirigentes han convertido la supuesta democracia, y es que parecen estar más interesados en la destrucción de los valores occidentales y que Europa no prospere.
He tenido ocasión de visionar los altercados que se han producido en Francia para protestar por el resultado electoral y que tienen un parecido asombroso con lo que pasó en Estados Unidos. Pero hay una diferencia de base, parece ser que estas manifestaciones de Paris estaban convocadas y preparadas desde hace unos tres o cuatro días anteriores a la cita electoral, o sea sin saber el resultado aún. ¿Les pilló con el pie cambiado que no ganara Le Pen?
Y han llegado los miedosos al sitio donde querían estar. Han llegado a meter el miedo en el cuerpo de los ciudadanos (con el apoyo necesario de la inmensa mayoría de los medios de comunicación), para que todos voten a Emmanuel Macron y que todo siga viento en popa para los burócratas de Bruselas y otros sitios más. No olvidemos el axioma de ‘nuestras democracias’ La pela es la pela.
Pero claro, hay que destacar las virtudes de Macron, incluso que cuando tuviera 16 años empezara a salir con la que hoy es su mujer que entonces ya tenía 40, era profesora suya y casada con tres hijos. La prensa lo califica como una ‘bella historia de amor’. Se diría lo contrario si fuera la historia de Marine Le Pen.
A todos los que tenían miedo cuando las elecciones americanas y ahora la pánico no les deja dormir, me gustaría tranquilizarlos ya que, quieran o no quieran, el auge y progreso de la derecha alternativa en Europa es un hecho que no se podrá evitar.
¿Y cuanta culpa tendrán los dirigentes actuales?. Toda, el monstruo que han parido se les escapa de las manos y, o no se quieren dar cuenta o les importa un comino.
A lo mejor cuando, al igual que pasa en Londres, en varias ciudades europeas, incluida alguna española, los alcaldes sean musulmanes y ello les dé la fuerza para llegar a gobernar en algunos países, y los oligarcas de lo políticamente correcto pierdan sus privilegios, algunos se arrepentirán de haberse cargado la democracia.
¿Estamos seguros de disfrutar de una democracia? Nos han vendido una partitocracia como democracia, y ¡nos lo hemos creído!.
¡En qué manos estamos!
Yo sí que estoy orgulloso de ser español. ¡Viva España!