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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

La ilusión o ilusionarse

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María B. Alonso Fabregat. Psicóloga Clínica y Forense. Coordinadora del Centro Asociado de la UNED de Vila-real.

Si intentamos definir la ‘Ilusión’,  como el “estar ilusionado” y nos paramos a pensar intuitivamente, no es algo que exista, no es algo tangente, pertenece al mundo de los pensamientos, es una creación de nuestra imaginación, y muy determinada por nuestros deseos, estos apoyados en nuestros sentimientos y emociones. Es algo que anhelamos, que nos da quizás energía para realizar algo, para ir en busca de una meta.

La ilusión está en la base de los proyectos más importantes para nosotros, que son los que se encuentran dotados de poderosos sentimientos, ¿quién no siente ilusión al enamorarse o en la espera de un bebé, o en el proyecto de un viaje con alguien querido u otro cualquier proyecto vital? La persona ilusionada es el mejor de los optimistas.

Pero también podemos encontrar ilusiones como productos de nuestros sentidos o engaños de la percepción. Es el resultado de un cerebro que construye el mundo que percibe y que no hace una mera copia del mismo. Este segundo tipo de ilusión se apoya más en la realidad externa. Pero también aparecen otras imágenes, estás si ya creadas en el plano solo de los sentidos, y sin tener inicialmente una imagen fuera en la realidad: es el caso de las alucinaciones.

Pero como fuente de bienestar nos interesa más la primera acepción de “ilusión cuando es ilusionarse”. El ser humano a pesar de las adversidades, de las mil y una situaciones de estrés y de las mil y una situaciones de la vida diaria, cargada de rutina y monotonía, se ilusiona, esto le proporciona y se ‘siente’ con energía hacia algo. Por tanto, esta sinergia mezcolanza de alegría, proyecto y creatividad de nuestra imaginación, si es tan poderosa tendremos que favorecer los caminos que nos lleven y educar a nuestros hijos en ser capaces de ilusionarse, de seguir construyendo sinergias ‘a pesar de’.

Pero como todo en el ser humano, ‘ilusionarse’ es mucho más complejo, con sus claro-oscuro, y no siempre nos lleva a estar bien. Tampoco podemos hablar de dicotomía, aunque en el caso que nos ocupa nos facilitaría mucho… Nos ilusionamos y ya está, pero no es tan nimio.

Si estamos ilusionados nos vacunamos contra el fatalismo, contra todo aquello que atenta nuestros proyectos. Quizás la ilusión sea una piedra más de la resiliencia, de esa capacidad positiva de sobreponerse a la adversidad, de esa dotación que hace que los sujetos a pesar de las malas situaciones y de los peores pronósticos, se reponen, resurgen.  La resiliencia nos fortalece y empodera ante cualquier daño. Resiliencia no es ignorar, no es sinónimo de no darse cuenta, más bien es sinónimo de afrontarlo de forma correcta y saludable. Nos planteamos entonces que quizás la ilusión en situaciones de elevados niveles de dolor estará como una pieza más en el complejo de resiliencia, son conceptos diferentes pero van de la mano en los procesos de superación, de adaptación y de felicidad.

Si bien al contrario ‘el ilusionarse’ también puede llevar a la falacia, ser poco constructivo o vivir con el engaño persistentemente… Esopo, ya en siglo IV antes de Cristo, relató la versión más antigua que se data del mito el ‘Cuento de la lechera’. Que llevando aún la lechera en la cabeza camino del mercado, ya anticipaba y se ilusionaba con los proyectos que vendrían después de la venta de la leche. Tan ensimismada estaba la joven lecherita, ‘haciendo castillos en el aire’ en su imaginación y fantasía de un futuro lleno de buenas venturas, que tropezó y derramó toda la leche. En ese mismo momento se truncó toda su ilusión.

Si nos ilusionamos en exceso podemos llegar a enfermar, ya que la confrontación entre nuestras expectativas elevadisimas y la realidad genera elevados niveles de indefensión, de frustración y puede acabar con la desregulación emocional y con una depresión u otro cuadro adaptativo del choque entre el proyecto del yo y la realidad que se impone.

Ya en la obra de Don Juan Manuel, siglo XIV, el Conde Lucanor le decía a Patronio con relación al Cuento de la moza que lleva la olla de miel en la cabeza: “En realidades ciertas os podéis confiar, más de las fantasías os debéis de alejar”.

Pues a estas alturas ¿qué hacemos, nos ilusionamos o nos conformamos, o vamos viviendo paso a paso? Lo ideal sería ilusionarse con la mezcla exacta de fantasía, raciocinio y habilidades personales. Tenemos que ser capaces de conectar nuestras ilusiones con nuestras capacidades, habilidades y aptitudes. Una ilusión debe tener posibilidades de éxito a pesar de lo incierta que puede ser, por tanto debe ubicarse en el plano de los posibles realizables.

La perseverancia y el esfuerzo bien entendido deben de estar también presentes para que se cumplan nuestras expectativas ilusionantes. La alumna con más nota en Selectividad de la Comunidad de Madrid de este junio de 2017, hace hincapié en el esfuerzo y dedicación, sin minimizar que sea inteligente o no, incide en la constancia y el estudio para lograr su meta.

Hagamos pues el sano ejercicio mental de ilusionarnos y luego, como estrategas, valoremos nuestro deber y haber, en nuestro entorno y valoremos como ir paso a paso hacia el objetivo. La ilusión está a la vuelta de la esquina y está en el mismo camino.