María B. Alonso Fabregat. Psicóloga Clínica y Forense.
El afecto es una necesidad humana, tan importante como otras necesidades de primer orden o fisiológicas. No se puede concebir el ser humano sin afecto, sin desplegar desde su interior esa energía o volición y la toma de conciencia del sentimiento que la acompaña. Es sabido que este sentimiento, al igual que otros, acompañará al ser humano a lo largo de su ciclo vital, madurando a lo largo de la vida del individuo, a medida que su cerebro o componente neurológico va desarrollándose y modulándose con las experiencias.
Nos encontramos en el desarrollo de la afectividad que, al igual que cualquier otra necesidad primigenia en el ser humano, puede aparecer su ‘cara turbia’: dificultad en la regulación afectiva, por exceso o por defecto, por diversas causas, todos hemos oído hablar de la ‘dependencia afectiva’ y de otras patologías donde está el afecto alterado.
La afectividad al igual que cualquier otro sentimiento, tiene un componente energizante de la conducta. Lleva necesariamente a la acción y la puesta en marcha de conductas que acercan, aproximan y ensalzan al objeto del sentimiento. Piaget afirmaba que: “En la medida en que el sentimiento dirige la conducta atribuyendo un valor a sus fines, hay que limitarse a decir que proporciona las energías necesarias a la acción, en tanto que el conocimiento le imprime su estructura...”. Es decir, por una parte tiene un componente volitivo o energizante que determina las acciones de aproximación y otras, y por otra parte tiene un componente de cognición o toma de conciencia desde la razón.
Dando un paso más en la definición del afecto, cuando este se refiere al afecto de pareja, valoraremos como han descrito desde las ciencias sociales ‘el amor’, Aaron y Gala en 2005 lo definen como “el conjunto de pensamientos, sentimientos y acciones que se asocian con un deseo de iniciar o mantener una relación íntima con una persona específica”.
Otros autores definen el amor de pareja como un intenso deseo de unión con otra persona. También como un estado cargado de emociones como la atracción, el deseo sexual, los celos, el enfado, la ambivalencia emocional por ausencia o nimiedades. Si bien una fase inicial donde se evidencia una fuerte alteración emocional, da lugar posteriormente a un amor más tranquilo y maduro. Antifanes afirmaba: “hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho o que está enamorado”.
Stemberg habla de la Teoría triangular del amor, con sus tres componentes primarios: intimidad, pasión y compromiso. El profesor Lee y colaboradores, de la Universidad de Toronto, distinguen tres tipos distintos de amor primario: en primer lugar estaría Eros que representa la atracción física inmediata, sensualidad, confianza, intimidad, comunicación estrecha; en segundo lugar Ludus, amor juguetón, con funcionalidad de búsqueda de placer o hedonista y sin compromiso; en tercer lugar Storge, desprovisto de pasión, donde la camaradería es un fin en sí mismo. Este autor también analiza tres combinaciones de los amores primarios anteriores: Manía, que es la combinación de Eros y Ludus; Pragma es la combinación de Ludus y Storge; y finalmente Agape, la combinación de Eros y Storge.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando nos encontramos ante la ‘cara turbia de la afectividad’ más allá de las fases iniciales del enamoramiento, como es el caso de la dependencia afectiva? Podríamos definir la dependencia afectiva como la manifestación de comportamientos adictivos de apego patológico en las relaciones interpersonales. El dependiente afectivo puede presentar ‘craving’ o ansiedad determinada por la dependencia, al igual que en cualquier otra adicción y sentimientos negativos como la culpa, el miedo, el abandono y el vacío emocional. Asimismo el adicto afectivo se manifiesta inescapable del sentimiento que le ata al proceso patológico, pudiendo mostrar desesperación ante la pérdida momentánea o duradera del sujeto amado y una suspensión o disolución de su propia identidad. Es común observar en estos sujetos un patrón crónico de demandas afectivas frustradas, que le llevará a la continua y desesperada búsqueda de relaciones interpersonales de apego patológico con componentes adictivos, con manifestaciones evidentes como en cualquier otra adicción.
La investigación, siguiendo a Moral y Sirvent, nos dice que habría que distinguir entre las dependencias interpersonales primarias como es el caso de la dependencia del amor, o de la afectividad, y la codependencia o bidependencia, que se presentan cuando ya hay otra adicción adicional, en este último caso son secundarias a otros trastornos adictivos.
Hay autores que han definido la dependencia afectiva como una necesidad patológica del otro, como causa de inmadurez del individuo que, junto a su necesidad de satisfacción egocéntrica, le lleva de forma sistemática a esta dependencia.
A la hora de caracterizar la dependencia afectiva tendríamos que atender a las siguientes premisas o aspectos: la posesividad hacia lo amado, la avidez por la disposición del otro, extrema necesidad de agradar siempre junto con una necesidad imperiosa de aprobación, recreación de sentimientos negativos en ocasiones sin datos objetivos que los sostengan, intercambio recíproco asimétrico que siempre acaba provocando vacío emocional, manifestaciones tanto de abstinencia como de craving. También recoge la literatura que los dependientes emocionales presentan historia de carencias afectivas y apegos inseguros, idealización de la relación en su comienzo, posición subordinada en las relaciones, estados emocionales disfóricos con cambios de humor, incapacidad de la ruptura de una relación, no sentirse completo sin el otro, voracidad de amor… Hasta el punto que un amor dependiente pueda acabar como una profecía auto cumplida, tanto miedo tiene a perder al otro que sus acciones le llevan a acabar perdiéndolo.
Por la complementariedad, el dependiente tendrá una pareja con un fuerte componente narcisista y por tanto con una posición dominante en la pareja, con tácticas manipuladoras y explotadoras, mostrando fascinación por los perfiles dependientes. La complementariedad del dependiente se verá maximizada en este tipo de relación, si bien cada vez se mostrará más dependiente y sumiso.
En el cine son innumerables los films que han mostrado amores dependientes. En ‘Lo que el viento se llevó’ Scarlett O’Hara se pasa la vida anhelando a Ashley que está enamorado de Melania. El amor obsesivo que vive hacia Ashley, le impide vivir sus propias relaciones amorosas y realizar conductas en muchas ocasiones que le llevan al ridículo y la pérdida de dignidad.