María B. Alonso Fabregat. Psicóloga Clínica y Forense.
Últimamente ha saltado a los medios de comunicación el frio y vil asesinato de un hombre hacia su familia, matando a cuatro miembros de su familia, sus tíos y sus primos, estos últimos de muy corta edad. El hecho ocurrió a lo largo de varias horas y en dos momentos macabros distintos, e incluso el presunto asesino entabló conversación con el último de los asesinados, ya con los tres cadáveres dentro de casa a pocos metros.
El presunto verbaliza que no recuerda muy bien, pero pasaron horas, donde comió, conversó con su primera víctima y con la última, y mató a dos víctimas de menos de cuatro años. Horas después necesitó comunicar su vil acto a otra persona, a miles de kilómetros, como si de una noticia importante y festiva se tratase, su intención era que su amigo a miles de kilómetros supiera que había cometido un asesinato y qué había sentido. Poco después viaja, sin ningún otro síntoma disociativo o distancia de la realidad, a otro país a miles de kilómetros.
En las entrevistas posteriores con el juez y con los miembros de las fuerzas de seguridad afirma que no recuerda muy bien lo ocurrido. Pero llaman la atención las inconsistencias de su forma de actuar. Tendríamos que anotar varios puntos.
En primer lugar, en alguien que presentara sintomatología disociativa, es decir con lagunas de memoria o pérdida de consciencia, sus actos serían caóticos y poco estructurados. En un análisis de los hechos, no recuerdan algo sin control, está todo muy estructurado y medido. Y tampoco podría un sujeto con sintomatología disociativa posteriormente tener la capacidad de rememorar y comunicar a otro lo que ha hecho como si de un acto lúdico se tratara.
Por otra parte, cuando conversó con su última víctima se supone que tendría ya su plena consciencia, ya que para poder llevar a cabo una conversación es preciso un estado de alerta y conciencia adecuados y, además, no alertar a la futura víctima en ningún momento de lo que había acontecido, ni la escena macabra que había a escasos metros de ellos, dentro de la casa. Un proceso de toma de conciencia de lo anterior, no está reñido con la capacidad de estar frío y tranquilo.
En segundo lugar, ¿por qué pretende comunicar a otro su digamos ‘vil hazaña’ y más tarde ya en la fase de instrucción y entrevistas con los funcionarios judiciales y otros verbaliza pérdida de la situación vivida o pérdida de la conciencia? Aquí ocurre una doble vertiente, el camaleón, sabe socialmente venderse bien y sabe que sus fechorías son atroces a la vista de la sociedad y tiene que diluir su responsabilidad cara a la opinión de los otros. Por otra parte, su afán de protagonismo y su afán de hedonismo le lleva a confesar a alguien a quien supone que no le perjudica su ‘vil hazaña’.
El presunto asesino también refiere sentir mucha ira y odio irrefrenable. La investigación y bibliografía sobre la respuesta psicofisiológica de sujetos psicópatas ante la descarga eléctrica es más afín a la rabia y no al miedo o ansiedad, más propia de sujetos no psicopáticos. El presunto asesino se sintió con un odio irrefrenable antes de cometer su cuádruple asesinato.
Como cita el Profesor Garrido Genovés, en su libro ‘El psicópata’, en una mención al Diccionario de María Moliner: “Camaleón: nombre aplicado a varias especies de reptiles saurios del género chamaleón… persona con capacidad de cambiar de actitud adaptando en cada caso la más ventajosa…”.
El presunto asesino se mostró en varios momentos como camaleón, su víctima adulta primera no sospecho de lo que le esperaba ni a ella ni a sus dos pequeños, ¿qué madre no lucha por sus crías?... En segundo lugar, volvió actuar como camaleón disimulando ante su última víctima y preparando el último de sus ataques, sin que esta pudiera reaccionar, ni tomar medidas de protección o huida o alertar a otros. En tercer lugar, una vez ya en fase de instrucciones, diluye su responsabilidad en sus actos con su supuesta pérdida de conciencia durante su ‘vil hazaña’. El ‘saurio’, es consciente que socialmente es muy reprobable lo que ha hecho y sabe, como camaleón, engañar, disimular y embaucar. Sabe qué debe decir o hacer para salir ventajosamente de cualquier situación.
Muchos de los actos incomprensibles para la mayoría de nosotros, por su cariz de escasa moral o ausencia total de ésta, son cometidos por psicópatas. La violencia del psicópata puede ser tremenda, siendo muy peligrosos cuando son criminales y llevando a cabo niveles elevadísimos de violencia brutal y macabra, torturando, descuartizando, comiendo trozos de sus víctimas... Pero el psicópata, en la mayoría de las ocasiones, pasa desapercibido entre nosotros, la capacidad de adaptación y de comprensión de nuestro mundo social y moral es usada en su beneficio, y solo es evidente su conducta en muchas ocasiones para sus víctimas, para el resto pasan desapercibidos y suelen ser encantadores.
El ‘saurio’ está desprovisto de emociones y sentimientos humanos, y por tanto de moral, pero sí que sabe que lo que hace no es correcto, es desdeñable y horroroso, por eso lleva su máscara de camaleón y la exhibe sin problemas, siempre para su favor. Su máscara le permite caminar entre nosotros y, en la mayoría de los casos, solo se la quitará en privado y cuando pueda salir airoso de la situación.
Un caso evidente de esa capacidad de decir lo que él otro quiere escuchar en un esquema de moral postiza o plagiada, se hace evidente por ejemplo en la última entrevista de otro afamado y vil asesino, Ted Bundy quien, ya en vísperas de su ejecución, sigue intentando mostrarse dócil y des-responsabilizarse de sus actos y dice lo que el reverendo que le está entrevistando quiere escuchar (esta entrevista se puede encontrar en youtube). Se adivina en algunos momentos su mueca de satisfacción en lo que está pasando en la entrevista, de control sobre lo que está pasando, de convicción de que su actitud puede ser ventajosa. Ted Bundy, hasta el final, intentó no ser condenado y también intentó estudiar Derecho y Psicología.