Miguel Ángel Cerdán. Profesor de Secundaria.
‘Vae Victis’ es una expresión latina que significa “ay de los vencidos”. Y se utiliza normalmente para resaltar lo voluble de la suerte humana.
Viene esta expresión a cuento de la suerte que han corrido Camps, Costa o Carlos Fabra. De ser adorados e idolatrados en su partido, han pasado a ser una especie de ectoplasmas a los que nadie dice conocer. Cuando ocupaban poder, todos se deslomaban a reverencias; ahora parece que nadie de su partido les conoce. Esta situación lamentable, que también se da en otros partidos, ejemplifica bien a las claras que clase de gente se dedica a la política; gente sin escrúpulos, sin ninguna clase de escrúpulos, prestos a saltar por donde el viento sople con el fin de seguir en el cargo.
Por eso, cuando Pedraz dijo que la clase política española era decadente no sólo tenía razón; es que se quedó sumamente corto. Nuestra casta política, en líneas generales, no presenta una cierta decadencia; es decadente hasta la náusea. Y tal vez por ello, las encuestas del CIS han colocado a los políticos, y con un porcentaje cada vez mayor, como el segundo problema más importante para los españoles.
¿Y cómo se ha llegado a esta situación? Pues fundamentalmente por la “selección negativa” que abunda en la política española, la “profesionalización total” de la misma y la falta de controles democráticos. Así, es la cúpula partidista la que elige a los diversos representantes. Y entre los mismos, y no voy a citar ejemplos para no hacer sangre, cada vez es más frecuente la figura del individuo que entró en las juventudes del partido de turno y que no ha conocido otra cosa que la poltrona del cargo y el coche oficial, que no ha trabajado nunca en nada que no sea la política y que por lo tanto desconoce realmente lo que es la sociedad civil. Y estos personajes, y ahí está la realidad, se eternizan en la política, ya sea en el gobierno o en la oposición. Y están dispuestos a hacer cualquier cosa para seguir ahí, y a prescindir de cualquier escrúpulo. En este sentido, insisto, lo que opine la ciudadanía es irrelevante para esta casta. Lo importante es otear bien los vientos de la lucha intra-partidaria y manejar bien la “navaja” interna.
Pues bien, ¿cómo solucionamos esta situación? Pues es muy sencillo, con limitación total de mandatos, con listas abiertas que obliguen al político a rendir cuentas directamente a los votantes y no al partido, y también estableciendo mecanismos para que no entre en política ningún individuo que no haya tenido experiencia laboral en la vida civil. La cuestión es: ¿lo permitirán los grandes partidos actuales? Con la catadura moral de sus miembros, lo dudo mucho.