Miguel Ángel Cerdán. Profesor de Secundaria.
En el desmantelamiento de lo público, en los hachazos a todo lo que constituya un mínimo Estado de Bienestar, el gobierno y el partido del señor Rajoy no se han limitado a la Sanidad y a la Educación. Han atacado también con especial virulencia a los servicios y prestaciones sociales. Y las cifras son tozudas.
Así, el gasto de las diversas Administraciones Públicas en servicios sociales descendió del 1,60 % del PIB en el 2011 a ser inferior al 1,40 % del Producto Interior Bruto un par de años después. Con ello, y si bien es cierto que nació sin una consignación económica digna de ese nombre, quedó en papel mojado la llamada Ley de Dependencia.
Y además, como no podía ser menos, la Comunidad Valenciana tuvo el triste honor de encabezar el ranking negativo, siendo, con 196,1 euros por habitante y año, la comunidad autónoma que menos dinero destinaba a gasto social. Mientras, el País Vasco gastaba en el mismo capítulo 541,2 euros por habitante. No es extraño pues que en Valencia se dispusiera un copago brutal a los discapacitados, copago que ha sido, uno más, motivo de bochorno para los habitantes de esta comunidad.
Al mismo tiempo, mientras nuestro país batía y bate records de desempleo, y en todos sus frentes, desde el desempleo juvenil al de larga duración, el gobierno del señor Rajoy se encargó de hacer descender la cobertura del desempleo a menos del 60 % de aquellos que tenían experiencia laboral previa. Y es más; hoy en día sólo una sexta parte de los potenciales beneficiarios de la ayuda a los parados de larga duración cobra la ayuda de 426 euros. Lamentable.
Cómo también resulta lamentable que se hayan recortado las pensiones de nuestros ancianos, con una actualización diseñada para estar siempre por debajo del IPC. Y es más, según los cálculos del propio ministerio de Empleo y Seguridad Social, los gastos en pensiones descenderán notablemente tras las próximas elecciones; la intensidad de los recortes se duplicará.
Esta es la realidad, la lamentable realidad, que el gobierno, su partido, y sus aliados directos e indirectos, intentan ocultar bajo banderas y fanfarrias, apelando a la movilización emocional más burda. Depende pues de nosotros, los españoles, decidir si entramos en su juego o, por una vez, y sin que sirva de precedente, hacemos que paguen lo que han hecho, lo que nos han hecho.