Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.
En las dos columnas anteriores referentes al mismo enunciado, he expresado una opinión formada a través de lo que he estudiado y leído durante toda mi vida, por lo que se podría decir, que son puntos de vista ajenos, filtrados, analizados y elaborados por mi mismo hasta formar mi propia opinión.
En este caso, lo quiera yo o no lo quiera, mi opinión se ha formado a través de testimonios orales en el noventa por cien, ya que tanto en mi propia familia, como en las de mis amigos y personas con las que he tenido la suerte de emparentar por razones matrimoniales, se vivieron muchas situaciones que me han llegado por testimonios personales de familiares, amigos o conocidos de la generación de mis padres, y por lo tanto les doy mucho más valor a esas vivencias que me han sido relatadas en primera persona, que a todos los testimonios escritos que he leído durante toda mi vida.
Yo puedo hablar y opinar sobre lo que se vivió aquí, en la Región Valenciana (entonces aún no era Comunidad) tanto en Carcagente, como en Sueca y por lo que he oído también de aquí de Burriana, en testimonios directos de personas afectadas.
Es mas, apenas tengo conocimiento de las penurias que se vivieron en el Frente, ya que mi padre nunca quiso hablar de ellas, solo sé que estuvo durante la Guerra en Arcos de Salinas, que creo que está situado en provincia de Teruel cerca de Aras de Alpuente, y nunca nos habló de heroicidades ni penurias, sino de una época perdida de su vida, que no le sirvió para nada.
Lamentablemente ahora, las heridas dejadas por aquella disputa entre hermanos, apenas ha dejado huellas en quienes la vivieron en primera persona, en el frente, porque allí se luchaba en igualdad de condiciones más o menos.
A balazo limpió, con un riesgo muy similar entre matar o morir.
La vanguardia era eso.
Lo realmente canallesco y criminal, fueron los acontecimientos de la retaguardia, donde la situación no era de equilibrio, ni durante la Guerra ni al terminar la misma.
En retaguardia “o eras de los míos” o “tu vida sólo valía lo que los matones de uno y otro lado quisieran que valiera”.
Solo puedo hablar de lo que pasaba en ‘zona roja’, por testimonios personales recibidos, y estoy dispuesto aceptar que en ‘zona nacional’ las conductas fueran tan irracionales como aquí, pero sin duda tendría que ser con motivos diferentes que no llego a saber ni conocer, pero los habría.
Siempre me ha sorprendido que a mi padre, hijo de viuda y sin la menor inquietud política en su vida, escribiente del gremio de carreteros de la FAI desde el principio de la Guerra, por ser el contable de un señor que tenia muchos carros y animales, le tuvo que prevenir un amigo carretero para que saliera a escape de casa de mi abuela un día porque se enteró que los de la ‘Pepa’ (así le llamaban al trasporte que recogía cada día a las victimas que los matones asesinaban cada noche en los muros del cementerio) le tenían en la lista para esa noche.
Mi padre nunca supo las razones ni llegó a entenderlas, pero curiosamente se fue a Sueca a casa de su novia (mi madre) en la que le dio cobijo una familia en la que había tres hijos, un teniente médico del ejercito republicano por imperativo legal, que nunca se manifestó por ninguno de los dos bandos, otro hijo que era la bondad personificada y sería mas adelante mi padrino sin mas inquietud que trabajar para subsistir, y un joven de las JUSO, el hermano pequeño, que murió hace apenas cinco años y que al final de la Guerra estuvo detenido, encarcelado varios años y sentenciado a muerte en Badajoz, y que tuvo la suerte de ser indultado, por los testimonios aportados por sus hermanos de su ciudad natal.
Así que en mis familias paterna y materna hubo de todo, pero sin haber un solo asesino, todos fueron victimas de una manera o de otra.
Y al final de la Guerra, a mi padre que le habían buscado los ‘rojos’ para darle el ‘paseillo’, tardaron tres años en reponerle los franquistas en su puesto de auxiliar del Ayuntamiento, por haber servido durante la Guerra en el Ejercito Republicano.
Y esas incongruencias se generalizaron antes, durante y después de la Guerra en todas las familias, por eso no me cansaré nunca de abogar por el perdón y la reconciliación, pero nunca por el olvido, porque olvidar es el primer paso para volver a vivir errores del pasado.
En mi familia no hubo dramas personales más allá de los referidos, por lo que el perdón y la reconciliación nunca han representado un problema.
Pero más ejemplar encuentro las posturas de familias muy allegadas a la mía en las que se asesinaron a padres e hijos juntos, o hermanos y tíos, y sin embargo siempre he visto en sus deudos, la misma actitud y con mucha serenidad, en personas a las que en su presencia se llevaron a un padre y a un hermano, para asesinarles la misma noche, o a las de un amigo a quien en presencia de su madre, bajaron a un pozo donde se habían refugiado su padre y su hermano, con el único delito de ser terratenientes, y bajaron los asesinos a descerrajarles dos tiros, dejándoles dentro muertos.
Nunca oí a su madre quejarse ni comentar aquel episodio.
Me lo contó mi amigo.
Por eso me rebelo ahora, cuando a los setenta años de todo aquello, un indigno imbécil y un juez estrella, que ha acabo estrellado, han empezado a desenterrar muertos y a resucitar odios.
Todos tuvieron su parte de culpa en el estallido de la Guerra Civil, pero quienes la sufrieron de veras en la retaguardia, se cuidaron muy bien de educarnos en el respeto, el perdón y la reconciliación, y no debemos de permitir que cuatro desalmados, quieran medrar políticamente, en base a tan indignas conductas.