Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.
Cuando recién terminada la temporada pasada, un grupo de amigos de Burriana nos propusimos hacerle un homenaje personal a Fernando Roig por su indudable labor al frente del Villarreal C.F., tratábamos de agradecerle por la década de fútbol de élite que nos había permitido saborear a escasos cinco kilómetros de nuestras casas.
Era la forma más elemental y sencilla que encontramos para demostrárselo.
Muy pocos de los allí presentes dudábamos de la firmeza y continuidad de su proyecto.
Pero cuando en el transcurso de la cena homenaje, nos dirigió la palabra e hizo público su popular “Tornarem”, casi todos quisimos creerle en un acto de fe personal.
Ya había vivido otro descenso, y él era consciente de lo que se jugaba si no conseguía volver a la Liga de las Estrellas a la mayor brevedad.
La primera mitad de la temporada el equipo llevó una marcha titubeante, sin despegarse excesivamente del grupo de cabeza, pero sin dar la impresión de que el equipo creía en si mismo.
Un entrenador joven y preparado, no supo convencer a sus hombres de lo que eran capaces de conseguir si trabajaban todos en la misma dirección y poco a poco perdieron la confianza en si mismos y en quien les dirigía.
Por primera vez en dos años, el trinomio Roig senior, Roig junior y Llaneza, tuvieron el acierto necesario para elegir al nuevo entrenador, un Marcelino experto, conocedor de la categoría, y al que un inicio desolador perdiendo por 5-0 contra el Castilla, no le hizo perder el norte.
Con unos recursos muy limitados, incorporó a la plantilla a veteranos como Farinós y Dorado (que lamentablemente han estado lesionados mucho tiempo) a un Perbet tan luchador y persistente como hábil en el juego de área, a un Aquino que deslumbró en su llegada para oscurecerse en sus últimas apariciones y sobre todo a un Jonatan Pereira desequilibrante, incansable y decisivo en los momentos determinantes.
Recuperó a jugadores poco o nada utilizados con anterioridad (Mario, Jaume Costa, Cantero, Moi y Pablo Iñiguez) y prácticamente con los mismos mimbres que tenía, pero convenientemente colocados, convirtió en un equipo, a lo que sólo había sido una plantilla descohesionada.
Y a partir de ahí se han volcado en la obtención del objetivo, todos se entregan hasta el último segundo de cada partido sin bajar los brazos, y han conseguido ilusionar a toda una afición, que en los momentos difíciles estaba, pero en los transcendentes se ha entregado, en la misma medida en la que lo ha hecho la Junta Directiva.
Ya se organizó un desplazamiento masivo a Murcia, y con el constante apoyo, la afición empujó a Manu Trigueros a rematar de cabeza el gol del empate en el último minuto.
Desde la derrota en Madrid, sólo nos ganó el Elche en su visita al Madrigal en un día aciago durante la primera media hora de la segunda parte.
Encadenando más victorias que empates, conseguimos volver a acercarnos a los primeros lugares, hasta llegar las confrontaciones directas con nuestros rivales más directos, Alcorcón y Gerona a los que goleamos a domicilio y en casa, pasando con dificultades el trámite del Xerez para llegar al Barcelona B.
La directiva consciente de lo que se jugaba, puso todos los medios en sus manos, y la afición no falló a la cita.
El domingo 2 de junio del 2013, quedará marcado como un hito en la historia del futbol español, al haber conseguido desplazar una ciudad de apenas cincuenta mil habitantes a unos diez mil a Barcelona, en una caravana de 173 autobuses, organizada de una manera impecable, con una logística ejemplar que evitó la menor molestia e incidente a quienes quisimos incorporarnos para presenciar el partido en el Mini Estadi.
Por un día, Barcelona fue amarilla.
La sangre que fluía por las Ramblas, por el Puerto, y por la Diagonal durante más de diez horas, era de ese color, haciendo palidecer a Colón desde su altura al observar la alegría, el ambiente festivo y el colorido de una afición que creía en la victoria, sin el menor titubeo.
Sólo nos faltó poder ponerle a Colon la camiseta del Submarino Amarillo, pero hubiera sido excesivo.
La afición catalana acogió a la caravana con una simpatía indudable, y como solía comentar con sorna con mis compañeros de viaje Carlos Archelós, Antonio Martínez y su nieto Félix, Vicente Gil y su encantadora hija Marina, no eran conscientes de que con su apoyo en ese día, estaban perdiendo los seis puntos que íbamos a disputarles el año próximo al Barcelona, en un arranque de optimismo atrevido.
Ahora ya estamos ‘a punt de tornar’, sólo nos queda el último paso, y ese sin duda lo vamos a dar el próximo sábado día 8 de junio ante nuestro único rival ya, en la carrera por el ascenso, la Unión Deportiva Almería.
Nos basta un empate, pero si no queremos morir de un infarto, debemos de salir a ganarles, para que no quede la menor duda, y poder empezar a disfrutar del ascenso sin agobios de última hora como los que nos ha tocado vivir en bastantes ocasiones a lo largo de la temporada.
Como se solía decir en mi juventud: vista, suerte y al toro.
Un abrazo y espero volver a estar con todos vosotros muy pronto siendo ya equipo de Primera División