Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.
Esta semana voy a tratar de analizar con la mayor objetividad posible, las querencias y carencias de los presuntos ‘padres de la patria’, que lideran los cuatro partidos políticos más importantes del panorama nacional.
Vaya por delante, que las actitudes de todos ellos me han decepcionado en mayor o menor medida y a ninguno de ellos le reconozco las cualidades imprescindibles para llevar las riendas del Estado, pero lamentablemente y como diría un castizo ‘es lo que hay’.
Por empezar cronológicamente, yo siempre estuve convencido, de que dentro de la más pura lógica lo normal era que el Rey fuese llamando de uno en uno a los líderes que mayor representación habían obtenido, para ofrecerles la posibilidad de conformar un Gobierno, si contaba con los apoyos necesarios.
Y dentro de esos parámetros, Felipe VI llamó a consultas a Rajoy, que después de haberse entrevistado durante unos minutos con Pedro Sánchez y tener muy claro que éste nunca iba a apoyarle, supo desde un principio que no iba a poder formar Gobierno, porque sólo con sus votos y con el posible apoyo de Ciudadanos era a toda luces insuficiente para poder ser investido.
Para evitar pérdidas de tiempo innecesarias o incluso es posible que para evitarse el mal trago de ser rechazado, optó por ceder el turno.
En términos taurinos, digamos que devolvió su toro al corral, sin torearlo, aunque quizás hubiera sido más clarificador para todos, haberlo intentado para saber la verdadera actitud de Albert Rivera y su confirmación de la voluntad que este había expresado repetidamente, de apoyar a la lista más votada.
Pasó el turno a Pedro Sánchez cuya egolatría y engreimiento, van parejas a su falta de sentido común e inteligencia y quiso creerse el mismo y hacer creer a los demás, que él iba a conseguir los apoyos que le había negado al PP y a su líder.
En términos taurinos yo diría que quedó como ‘Cagancho en Almagro’.
Un fracaso absoluto y no por esperado, menos ridículo.
En este caso, Rivera si accedió a pactar con él unos principios programáticos de Gobierno, cumpliendo en cierto modo con su papel conciliador y dándole un apoyo que no pudo darle a Rajoy, entre otras cosas porque ni se lo pidieron ni tuvo la ocasión de ofrecerlo más que implícitamente.
Pero con eso no le bastaba a ‘Pablito Sánchez’, que perdió su primera oportunidad pero siguió obstinado en busca de solucionarse la vida de una vez por todas.
Debió de informar al Monarca de su incapacidad para formar un Gobierno, cuando en las Cortes se le negó la investidura, pero en vez de eso nos ha hecho perder dos meses más de una forma lastimosa y lamentable.
De haber hecho lo que debía (Podemos le había negado el pan y la sal y él sabia muy bien que sin esos votos ni los del PP, con los que no podía ni debía soñar) quizás Felipe VI hubiera hecho correr el turno y ofrecerle a Podemos la posibilidad, con la absoluta certeza de que también la hubiera rechazado.
Pablo Iglesias si que sabe sumar y restar números de compatibilidades e incompatibilidades, igual que Rajoy, pero a eso no llegó el ‘platanito’ en la enseñanza primaria y como su tiempo no vale nada, no se paró a pensar que ese tiempo si era muy valioso y muy caro para España o quizás fuese que a él, España le importaba un pimiento.
Llegados a este punto, es cuando el Rey hubiera podido ofrecerle la posibilidad a Albert Rivera, que en todo momento demostró ser un hombre de consenso y con mucho mayor sentido de Estado que sus dos antecesores.
Y en ese momento hubieran tenido que hacerse la foto tanto Rajoy como Pedro Sánchez y corresponderle a Rivera y al apoyo que él había prometido en todo momento a Rajoy antes de las elecciones y al líder socialista cuando él mismo intentó formar Gobierno.
Es más ya tenían los 200 puntos pactados con el PSOE y hubiera bastado incorporar al PP (con o sin Rajoy) a la mesa para poder diseñar los puntos básicos de un Gobierno de Transición que durante dos años acometería todos los cambios constitucionales y demás políticas coincidentes de PP-PSOE y Ciudadanos, para convocar de nuevo elecciones al amparo de la Nueva Constitución en un plazo máximo de 24 a 36 meses en las que comparecerían de nuevo cada partido independientemente, pero con un marco Político e Institucional perfectamente predeterminado por los tres.
Y con ellos se hubiera evitado el choque frontal PP-PSOE ejerciendo el papel de moderador y contrapeso Ciudadanos, con un Gobierno heterogéneo en el que estarían representadas las tres fuerzas, sin egoísmos ni prepotencias innecesarias.
Una Presidencia y dos Vicepresidencias hábilmente pactadas y sin envidias ni rencores.
Eso hubiera sido lo que hubiéramos querido la inmensa mayoría de los españoles lejos de ese ‘gobierno a la valenciana’, que como bien sabemos los valencianos, tiene de todo menos de valenciano.
Seguramente llevado a escala nacional, también tendría de todo menos de español, ya que las ‘mareas podemistas’ ya se ocuparían con el jolgorio de Bildu, ERC, LiD , Compromis e incluso del PNV en hacer un guiñapo de la unidad nacional en beneficio de todos los independentismos., sobre todo del catalán y del vasco.
A eso es a lo que probablemente Pedro Sánchez (no diré que el PSOE porque no lo creo) quería llamar el Gobierno del Cambio.
Lo lamentable de ese gobierno, es que nos habría dejado el cambio, pero se habría llevado todos los billetes de España, dejándonos en la más absoluta ruina económica, moral, ética y política.
Y precisamente por las querencias a sus sillones presidenciales de Pedro Sánchez y Rajoy (éste último con más derechos democráticos que el primero) y a las carencias de responsabilidad de Estado por parte de Pedro Sánchez, ahora tengo la sensación de que nos vemos a tener que enfrentar de nuevo a las urnas a final de Junio, sin la menor garantía de que de las mismas vayan a salir unos resultados muy diferentes y por lo tanto esto se puede convertir en el cuento de nunca acabar.
Y mientras tanto don Tancredo Rajoy viéndolas venir, el platanito Sánchez esperando ‘otra oportunidad de fracasar’, Pablo Iglesias maniobrando en la desmembración del Estado Español para montarse un chiringuito ‘a la venezolana’ y Albert Rivera toreando a dos manos, dejando detalles de evidente ambivalencia y yo sumido en un mar de dudas entre votar “al mal menor” que es el PP o darle la oportunidad de Albert Rivera, para que despliegue sus dotes de político de altura, a riesgo de que me decepcione, virando a su izquierda de una manera inesperada.
Ya falta menos para que decidamos todos los españoles, y esperemos hacerlo con buen tino esta vez, porque si erramos, mereceremos llevar herraduras como los borricos.